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30 agosto 2008

Con Shakespeare hemos topado

Acabo de recibir un baño de humildad que, ciertamente, no necesitaba. En cualquier caso, con una mirada optimista y un par de mojitos, todo queda asimilado.
Vayamos por partes: he estado un par de días en Londres pero, desgraciadamente, no he tenido acceso ni fijo ni móvil a Internet, así que no he podido radiarlo en directo. Una pena para mis queridos followers, porque se han perdido unos twits memorables. El viaje era por cuestiones de trabajo, nada que no haya hecho media docena de veces antes. El caso es que esta vez, por ser la última reunión del proyecto, los anfitriones habían preparado un par de diversiones puramente británicas con las que deleitarnos.
El día por cierto, había empezado regular: yo había dado por supuesto que la palabra “agosto” era garantía de algo y me vine con la maleta hecha mirando al cielo de Madrid en lugar de a las previsiones meteorológicas de Londres. Así pues, tras pasar frío en la oficina toda la mañana, me preparé para la tarde poniéndome todas las capas de camisetas de manga corta que mi exiguo equipaje me permitió. Que fueron dos.
Así pertrechado, me planté en la primera etapa de nuestro periplo: El (¿la?) London Eye. No sé a qué mente retorcida se le ocurrió plantar una noria brutalmente grande en mitad de una ciudad, sin feria o parque de atracciones de por medio, pero al menos le da un aire simpático y desubicado a un paisaje para mi gusto demasiado serio y mercantil. Bueno, lo de mercantil lo mantiene, porque cuesta darse una vuelta en ella casi 14 libras, que son poco menos de 18 lerus. Y lo de una vuelta tomáoslo literalmente: UNA vuelta. Comparado con cualquier otra noria, una sola vuelta es una mierda, pero, al fin y al cabo, tarda como media hora en darla. Con todo, no sale barato, unos veinte duros de los de antes por minuto. En cuanto a las vistas, no están mal, pero tuve la misma sensación que viendo París desde la torre Eiffel: ¿Realmente es bonito ver las decenas de miles de tejados de una ciudad inmensa, expandiéndose en todas direcciones hasta donde abarca la vista? ¿Aporta algo diferente a visitar ciudades con Google Maps? No sé, hay cosas que impresionan más desde el suelo, la verdad.
Tras bajar de la noria y esquivar la inevitable tienda de souvenires, dimos un paseo por la orilla sur del Támesis, a lo largo del Silver Jubilee Walk, construido en 1977 para celebrar los 25 años del reinado de Isabel II. Por si acaso, no pregunté qué hicieron hace unos años para celebrar los 50 años. También eché una cuenta rápida para descartar aliviado que nuestro rey no tiene a corto plazo celebraciones a la vista que le pudieran servir a Gallardón como excusa para embarcarse en alguna nueva obra con la que llenar los bolsillos de sus amigos constructores (y vaciar los nuestros de paso).
Como decía, dimos un paseo por este camino, sembrado aquí y allá de trovadores, acróbatas, mimos y tarotistas. Un compañero chino-británico me sugirió que aquello se parecía bastante a Las Ramblas de Barcelona, pero a mí, francamente, me recordaba más al paseo alrededor del estanque del Retiro. Hasta el agua del río tenía ese desasosegante color café-con-leche.
El paseo terminó buscando algún sitio para picar algo antes del siguiente evento, ya que los patéticos sándwiches que nos habían servido para comer en la oficina, hacía horas que habían sido procesados. Ante la falta de sitio en un par locales de comida mediterránea, no nos quedó más remedio que decantarnos por la gastronomía tradicional británica. Fish and chips, oh, yeah! Para ser sincero, esta ha sido la primera vez que pruebo esta simpleza y, bueno, para una vez no está mal. Para el pescado, me dieron a elegir entre "haddock" y "hake"; elegí hake, maldiciéndome una vez más por haber vuelto a olvidar aprenderme los nombres en inglés de distintos pescados. Por suerte, ese día no tenían "pollock" ni "plaice", porque la cosa se habría puesto graciosa. De todas formas, con la cantidad de salsa tártara con que lo acompañé, tanto hubiera dado uno que otro.
Y llegamos a la parte divertida de toda esa historia. Los anfitriones nos invitaron a ver una obra de teatro en el Globe, una bonita recreación de una especie de corrala del siglo XVI a la inglesa. La obra era nada menos que "Timón de Atenas", de Shakespeare. Me considero un absoluto ignorante en lo que a Shakespeare en particular y la literatura inglesa en general se refiere; así que, antes de entrar, no tenía ni idea sobre de qué iba la obra. Y lo triste es que, después de salir, seguí sin saberlo. Lo reconozco, me defiendo razonablemente bien en inglés, pero estoy a años luz de ser bilingüe, así que no debería haberme sorprendido no pillar parte, o incluso buena parte de la obra. Lo malo es que no pillé apenas nada. Cero. Nulo. Penoso. Humillante. En mi defensa diré que en la obra usaban un inglés medieval que les costaba seguir incluso a los afincados en Londres desde hace muchos años, pero eso no me parece excusa para no haber sido ni siquiera capaz de deducir si los actores hablaban en prosa o en verso. En serio, ¡aún no lo sé! Y, no os riáis, después de hora y media de función, cuando el protagonista hace un mutis ostentoso y los demás actores se lamentan y todo el público aplaude y se levanta de la silla, yo creí aliviado que la obra se había terminado. Pero no: era solo el descanso, por lo que aún me quedaba una hora adicional para seguir no entendiendo ni jota.
Y, en fin, aparte de los borrosos diálogos, la representación era bastante chula. Incluía a varios actores pegando brincos por el aire usando gomas y arneses, algunas escenas sexualmente sugerentes, un momento de risas escatológicas (ese chiste sí lo pillé: lenguaje universal) y una par de piezas de baile. Los aplausos solo dieron para un bis, así que supongo que los actores tampoco debían de ser la hostia, pero bueno, no soy quién para opinar.
Finalmente salimos de allí, nos dimos un largo paseo hasta Covent Garden, un compañero nos presentó a un par de sus colegas gafapastosos, uno de los cuales era, cómo no, español, y pululamos bastante tiempo buscando un garito abierto para tomar unas copas, a pesar de que era jueves por la noche y aún no habían dado las 12. Estas cosas no pasan en España, perdonad que me ponga chauvinista. Y de la inutilidad de los camareros ingleses para poner un cubata como es debido se podrían escribir posts enteros, así que si eso me lo guardo por si un día me da por ahí.

23 marzo 2008

2 de 7

Este fin de semana he estado de depre postvacacional. Desde que terminé la carrera no me había vuelto a coger una semana santa de las de 10 días, así que este año, aprovechando unos días de vacaciones que me dejé del año pasado, he estado una semanita en Canarias con mis niñas. Es la segunda vez que voy a las islas y hemos optado por Lanzarote, así que ya sólo me quedan 5 islas por visitar de todo el archipiélago.
Como no creo tener grandes dotes de bloguero, y mucho menos de bloguero de viajes, no veo demasiado sentido glosar aquí las maravillas de Lanzarote. Es más, creo que d
ifícilmente se le podrá hacer justicia a un escenario como ese, que hay que ver y conocer para hacerse una idea. ¿Cómo describir los impresionantes acantilados de Famara? ¿La infinita vista desde el Mirador del Río? ¿El paisaje hendido de cráteres de Timanfaya? ¿El alucinante aspecto de los campos de lava pahoehoe? ¿El asombroso contraste con un malpaís? ¿La vista de Fuerteventura desde los riscos de Papagayo? ¿El rugir del agua en Los Hervideros? ¿La sinuosa bajada al Valle de las Mil Palmeras? Tantas otras cosas... Los que hayan estado allí sabrán de qué hablo; los que no, están tardando en buscar unos días libres y un vuelo barato.
De Lanzarote me traigo muy buenos recuerdos, algunos contenidos en más de trescientas fotos y otros que se quedarán en mi memoria; me traigo algún souvenir inevitable, alguna botella de vino, algún juguete de más; me traigo la impresión de que César Manrique era un auténtico genio... y Sandra se trae dos dientes más de los que tenía cuando llegamos.
Por otra parte, queda comprobado que una persona puede ingerir cantidades industriales de mojo picón durante siete días seguidos sin sufrir efectos visibles. Al menos, a corto plazo.
El único pero que le pondría a la isla es el mayor foco que tiene sobre el turismo noreuropeo frente al nacional. No es que quiera yo poner por las nubes las virtudes del turista español, ni mucho menos, que bastante nos conocemos ya, pero que el 90% de la oferta de ocio esté orientada al visitante anglosajón, te hace sentir un poco desubicado. Creo que en ese sentido, Lanzarote debería forjarse una identidad propia (o afianzarla) y no dar el aspecto de ser una colonia más del Imperio Británico. No sé: turismo rural, gastronómico-enológico, fomento del folklore, algo de eso. Por decirlo de otro modo, entiendo que es el turista el que tiene que acostumbrarse a lo que encuentra en el lugar que visita, y no tiene necesariamente que sentirse literalmente como en casa.
En cualquier caso, un viaje apasionante, relajante y muy, muy recomendable. Para repetir (¡aunque aún me queden cinco islas!)

22 julio 2007

Я в Санкт-Петербурге!

En efecto: los chicos del programa IST han tenido a bien volver a subvencionarme otro viajecito por Europa, y esta vez ha tocado explorar los limites geopolíticos de esta palabra.
San Petersburgo, la ciudad construida por el zar Pedro I el Grande para ser capital del Imperio Ruso, y elegida por los revolucionarios comunistas para dejar de serlo, es ahora uno de los principales destinos turísticos del Báltico, por lo que no es difícil encontrarse por aquí japoneses ni, cómo no, españoles.
Mi primera impresión, tras llegar a horas intempestivas gracias a Iberia, montar en un taxi de palo (no parecía haber taxis auténticos en el aeropuerto), encontrarme con que la calle del hotel está devastada por unas obras, que el hotel por fuera más bien parece la pensión Lola, y que no sé qué lío se habían hecho con mi reserva, fue de: ¡Aquí No Vuelvo!
Afortunadamente, una ducha y un vigorizante paseo le hacen a uno ser más optimista, aunque después de cinco horas caminando bajo un solete a ratos molesto (todavía me habré puesto moreno a 60º de latitud) he necesitado una pequeña siesta para afrontar la búsqueda de un restaurante decente para cenar.

Si queréis la opinión de un turista ocasional como yo, San Petersburgo es todo fachada: edificios de espectacular arquitectura por todas partes, limpios y deslumbrantes en las áreas turísticas, y desangelados y decadentes en cuanto te alejas una calle o dos de los monumentos.
Empecé mi paseo cruzándome al otro lado del Neva y visitando la Fortaleza de Pedro y Pablo. La verdad es que esperaba algo a la altura de su relevancia histórica. No sé, algo parecido al Castillo de Akershus, por poner un ejemplo cercano. Pero no, la Fortaleza Picapiedra (si me permitís la frivolidad) es poco más que unos barracones de colores dentro de un recinto amurallado y una catedral (aunque yo la dejaría en iglesia, a secas) en el medio. No me extraña que se rindiera en seguida al oír los cañonazos del crucero Aurora, aunque visto también este último (lo tienen amarrado en mitad del río para regocijo de turistas nostálgicos), no me queda sino suponer que las cosas se veían de otra manera en 1917.El resto de mi visita ha discurrido ya por mi orilla del Neva, básicamente viendo el Hermitage por fuera (habrá quien me llame hereje por esto, pero soy más de ver ciudades que museos), tratando de absorber el caos turístico-consumista de la Avenida Nevskiy, y admirando, también por fuera (que estos rusos han aprendido muy rápido a sacarle los rublos a todo el que enarbola una cámara de fotos) otras maravillas arquitectónicas como la catedral de San Isaac o la deslumbrante iglesia de la Resurrección. Todo esto, que parece poco, son varios kilómetros por calles enormes, cruzando brazos del delta del Neva, y esquivando un tráfico bastante más demencial que el de Madrid, aunque definitivamente por detrás de la salvaje Atenas.
Había pensado subir unas cuantas fotos y hacer una galería en Flickr, pero visto que mis aptitudes para la fotografía son ciertamente escasas, quien tenga interés seguro que sabe dónde buscar buenas fotos de esta ciudad (Google Earth, por ejemplo).

Y una última frikez: el ayuntamiento de San Petersburgo parece estar llevando a cabo una cruzada contra la acumulación de vejigas repletas en las cercanías de los puntos de interés turístico, por lo que han dispuesto urinarios públicos portátiles por todas partes. Claro, que como éste no había visto yo todavía ninguno:
¿Cómo se llamará el invento? ¿Tronobús? ¿AutoRoca?
También podían, de paso, hacer algo para evitar la proliferación de botellas vacías por el suelo, que parece el deporte nacional de Rusia (como en España el tirar colillas, vaya).

Me despido: mañana y pasado toca trabajar así que no creo que me dedique mucho más al turisteo. Mis desentrenadas piernas me lo agradecerán, no obstante.
До свидания!



13 febrero 2007

Otro mito caído

Acabo de llegar de Londres por motivos de trabajo y tenía que contarlo: al mediodía me he llevado una grata sorpresa.
He comido bien.
Muy bien.
¡Qué coño! ¡¡La comida estaba cojonuda!!
En serio: de primero he tomado una tartaleta con tomate y queso de cabra gratinado, de segundo pollo con berros y salsa de parmesano, y de postre una degustación de helados con fresas, frambuesas y arándanos. Güenísimo.
Si es que para comer bien en Inglaterra sólo hace falta conseguir que te inviten en el sitio adecuado. A unos 30€ el menú del día, sin ir más lejos.
Y todavía hay gente en mi curro que no quiere participar en proyectos europeos... animalitos...

29 agosto 2006

Vuelta al cole

Definitivamente, tres semanas de vacaciones son pocas... tengo que reconsiderar la opción de hacerme profesor para poder pasarme julio y agosto mirándome el ombligo.
Lo más sorprendente de esta vuelta al cole ha sido comprobar que durante este tiempo, he sufrido dos infecciones en el blog, que me han llevado a hacer unos c
ambios drásticos.
La primera ha sido una infección de spam: decenas de comentarios en inglés que invitaban a pinchar en enlaces sospechosos. La solución ha sido sencilla: he activado el control de comentarios de Blogger y listos. La pena es que Blogger sólo ofrecer la posibilidad de poner Captchas, y no alguna de las interesantes opciones que comentaba RinzeWind el otro día...
La segunda invasión ha sido más persistente: un puñado de nazis han entrado como elefantes en una cacharrería indignados por lo que comenté hace unos días
sobre los cachorros skinheads que me crucé en el metro. Sorprendentemente, la mayoría de ellos han superado el test de Turing y han conseguido publicar comentarios... la vida nunca le deja de sorprender a uno.
Y hablando de cambios, he eliminado el contador de visitas que tenía, ya que, entre que marcaba poco (XD), que no le encontraba utilidad, y que hacía saltar el popup blocker, me harté de él. También he estado intentando crear categorías en el blog usando el método de Taher Baderkhan, pero no sé por qué, a mí no me funciona como a él. De todas formas, he hecho unos cambios en el código y creo que acabará funcionando (esperemos!)


Volviendo a las vacaciones, lo cierto es que han estado pasadas por humo, gracias (?) a la tropa de pirómanos que han dejado Galicia hecha ceniza. Como muestra de botón, os pongo una foto que le hice al sol (así, a pelo, sin filtro ni nada) el día 8 de agosto a las 7 de la tarde... no os perdáis el azul del cielo:

Obviamente, la crema para el sol la podíamos dejar en casita...
Al margen de la catástrofe, olvidada ya por los medios, tengo un par de fotos curiosas, tomadas ambas en O Grove (ojito al link de la Wikipedia, que no tiene desperdicio: desde que los de los Pezones Negros metieron mano en la página de Madrid, cualquier gañán se apunta a tener su minuto de gloria).
Es la foto de una escultura en una calle no muy céntrica que, por si no se lee bien, pone claramente: "Estatuto de Galicia / Galicia e unha nación". Casi nada. Debe ser que el alcalde es del Bloque o algo. Por cierto, que harto de ver las pintadas y las pegatinas de matrícula de coche (y, ahora que lo veo, la página del BNG) pretendiendo que la grafía correcta es GALIZA, me he documentado en fuentes fidedignas: Si Rosalía de Castro escribía "Galicia" en Follas Novas, es que se escribe así. Claro, que la Wikipedia es más clarificadora...

Y este de aquí es mi cuññññaaaaoooo posando delante de un graffiti mítico. Impresionante.

04 agosto 2006

Me piro

Pues sí, me voy de vacaciones a esta playita de las Rías Baixas:
Estaré allí un par de semanitas y luego otra más ganseando por esos pueblos de Extremadura y La Mancha. Si tengo ganas y las nuevas tecnologías me lo permiten, hasta es posible que postee algo desde el exilio, pero no garantizo nada (que bastante tengo ya con jugarme los turnos del Planets de cada semana).
En fin, que ya nos veremos (o leeremos) a la vuelta. Cuidadín con la carretera.

27 mayo 2006

Willy Fogg

No puede ser bueno tener tanto curro... dos semanitas llevo ya sin encontrar ni un hueco para actualizar el blog. Con la tontería he perdido la oportunidad de comentar sobre grandes eventos de la actualidad, como han sido la sentada por una vivienda digna (seguida por la convocatoria de la segunda sentada y la segunda sentada propiamente dicha), la vergonzosa bufonada del diputado Martínez Pujalte, las nacionalizaciones en Bolivia, la secesión de Montenegro, el triunfo en Eurovisión de los Uruk-Hai, la estafa de los sellos y algún otro suceso con los que amenizar este blog tan cutre (como comentaba el otro día un goblin -que a troll no llegaba- que pasaba por aquí.... ¿y si le cambiara el título al blog por el de "Un Blog bien cutre"????)

El caso es que ahora he encontrado un huequecito para escribir... ¡a bordo de un avión!!! Bueno, de momento, escribo, ya veremos cuando podré postearlo. Estoy de camino a Atenas, pero nada de turismo: a seguir currando. Menos mal que sólo serán un par de días. Lo que no sé es qué le habrá pasado por la cabeza a la persona responsable de buscarme el vuelo, porque estoy viajando en bisnes: Gracias, Alierta, no desaprovecharé la ocasión.
Hoy ha sido la primera vez que he visitado la nueva terminal 4 de Barajas... impresión: no era para tanto. No me refiero a la arquitectura, que como no tengo ni idea, no opino, sino a lo que se dice de ella: que si un caos (yo me he orientado fácilmente y sin ayuda) o que si es muy grande (he andado más en otros aeropuertos, incluida la T2 de Barajas). Eso sí, es un puto centro comercial, tela marinera.
Aprovechando las circustancias, me he dado un paseo por la sala VIP de Iberia, a tomarme un pelotazo a la salud del Consejero Delegado. Es que me hacía ilusión ser el único en camiseta, vaqueros y zapatillas. Y El Jueves en la mano.
Por comentar algunas cosas...
Curiosidad 1. Prensa disponible: ABC, La Gaceta de los Negocios, El Periódico de Catalunya y el panfleto descafeinado que publica Iberia. Infumable.
Curiosidad 2. En un momento dado, han llamado por megafonía de la sala a un tal "José Antonio Durán i Lleida". Toma ya... ¿sería el genuino líder de CiU? Y sí es así, ¿lo de "José Antonio" en vez de "Josep Antoni" habrá sido a mala hostia?¿Y ya puestos a encabronarle, por qué no "José Antonio Durán y Lérida"????
Curiosidad 3. He visto un pájaro (o un murciélago o una mosca muy gorda) volando dentro de la terminal. Pues eso, que me ha hecho gracia.
Curiosidad 4. Los váteres de la sala, un poco claustrofóbicos, pero me ha sorprendido ver las mismas escobillas que tengo yo en casa... sí, son del Ikea!!!
Por lo demás, el vuelo bien: la comida infinitamente mejor de lo habitual en turista (foie de canard, Ribera del Duero del 2001...) y unas espectaculares vistas de Mallorca y Cerdeña poco antes de que se hiciera de noche. Bueno, vamos a aterrizar, seguiré en un ratito.

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Parece que he llegado sano y salvo al hotel, algo por lo que no daba dos duros tras ver que el taxista iba a 180 por la autopista, o que arrancaba haciendo rueda al salir de un peaje. La mala fama de los taxistas griegos sigue aumentando.
El hotel, bien, muy moderno, aunque nada que ver con otro en el que estuve hace como un año, que tenía unas vistas de la Acrópolis que quitaban el hipo. Claro, que esta vez no estoy en el centro de Atenas, sino en una ciudad dormitorio. Poco glamour.
Siempre que estoy en un hotel guiri me hago la misma pregunta: ¿cómo es posible que ningún español se haya hecho rico exportando ese gran invento que son las persianas? Porque en el norte de Europa, donde el sol sale unas pocas horas al año, pase... ¿pero en Grecia?
Pierdo veinte minutos intentando correr las cortinas, hasta que descubro que son eléctricas. Garrulo total.
Tampoco falta el típico Nuevo Testamento de los Gedeones, junto con otro Nuevo Testamento, supongo que ortodoxo (porque está en griego). Como echo en falta los textos sagrados del pastafarianismo, por esta vez me saltaré mis oraciones.
Por cierto, que la conexión a internet cuesta 11€ la hora... pospondremos otra vez la publicación de este post.

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Es definitivo: aborrezco los desayunos de hotel. Huevos cocidos, salchichas, champiñones, arenques... ¿pero qué alma enferma puede desayunar arenques?
Menos mal que puedo destacar algo: zumo de naranja recién exprimido y yogur griego (contundente y de unos 250 ml la tarrina: chúpate esa, Danone!!).

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Seguimos posponiendo la publicación del post: los griegos que organizan la reunión son unos cutres y no nos quieren dar acceso WiFi. El taxista de hoy, menos salvaje que el de ayer, aunque alguna pirulilla sí que ha hecho. Sabe algo de inglés y me pregunta que de dónde soy; cuando se entera de que soy de Madrid, me dice "Ah, entonces eres del Real". Pero como le digo que no me gusta el fútbol, le jodo la conversación y sólo hace leves intentos como "Qué calor hace hoy", "Hay mucho tráfico" y "Mujeres!" (refiriéndose a la conductora del coche de delante), antes de callarse definitivamente.
Las carreteras, penosas, y la señalización imposible de localizar entre un caos de carteles y anuncios de todo tipo.
La reunión promete ser un auténtico coñazo. Veremos si no me duermo.

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Éxito: no me he dormido en todo el día, gracias a un enorme esfuerzo. La comida, pasable, y lo mejor, el café frappé (la bebida nacional) bien fresquito, que aquí hace una calor...
Vuelta al hotel, me pienso lo de los 11€, pero desisto: si queda largo el post, que se lo lea quien le apetezca.
Hemos quedado para cenar en Voulagmeni (en la playita), a las 20:30 (una hora menos en España). Os podéis imaginar las ganas que voy a tener de cenar a esa hora. Luego os cuento.

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Pues al final sí que me entró jambre; debió ser porque durante la espera estuve viendo en TVE Internacional a José Andrés preparando cordero y claro...
La cena muy buena: pescadito recién cogido y ensaladas varias (exquisita la taramasalata de huevas de pescado). Me gustó también el pulpo a la brasa con alcaparras, yum! El vino blanco griego, sin embargo, no vale gran cosa.
La vuelta al hotel fue de nuevo a bordo del taxi de un maníaco: aparentemente los taxistas griegos son más peligrosos de noche que de día ¿licantropía tal vez?
Por otra parte, para que quede constancia, las carreteras griegas son, por decirlo suavemente y sin ánimo de ofender, una puta mierda. De ahí la risa de ir en un taxi a 150 por hora por un camino lleno de baches y cartelería, sin arcén y sin líneas.

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Viernes. Madrugón (las 6 en España). Otro desayuno deleznable (por el que descubro que cobran 22 lerus, que ya está bien) y de vuelta a intentar mantener los ojos abiertos durante varias horas. Qué suplicio.

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Bueno, pues se acabó. Me vuelvo para casa. Como me suele pasar en estas reuniones, me da la impresión de que no se ha avanzado nada. Pérdida de tiempo total. Afortunadamente, la próxima reunión es en Madrid y me ahorraré el viaje.
Último taxista griego: increíblemente, no parece saber dónde está el acelerador. A 80 por la autopista.
Ahora estoy en la sala VIP, tomándome ooootro pelotazo a salud de Alierta: se agredecen estás pequeñas recompensas después de más de 5 años dedicados a la causa. Por cierto, que por culpa del ceporro del mostrador de Iberia, he tenido que pasar por los escáneres y volver a salir hasta dar con la sala.
Los servicios, muy cutres, pero con un extraño mecanismo que gira la tabla del váter mientras una especie de esponja le limpia los restos. Curioso pero inspira poca confianza. La escobilla también es la de Ikea.
Pues eso, que me quedan como 4 horitas de avión, y a ver si ya en casa puedo subir de una vez este post al blog, que ya me está quedando terriblemente largo. Probaré con un tamaño de letra más pequeño para que no abulte tanto.


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Por fin os dejo de aburrir con mis aventuras: ya estoy en casita, con mi ADSL y esas cosas. Ahora, a seguir currando y acumulando temas para el blog. Ciao.

04 mayo 2006

Viva el Colectivo!

No se puede decir que no haya aprovechado este puente: tras el regreso de mi mujer de su Big Brother Experience, nos hemos marchado a conocer Zamora. Del viaje, señalaré dos cosas:

  1. El alojamiento, estupendo. Desde aquí, publicidad gratuita para la familia Sobejano y su excelente posada rural.
  2. No hemos tenido nada que ver con el incendio que se declaró el lunes en la zona de Sanabria. Cuando vimos la columna de humo, nosotros estábamos en Bragança (por cierto, nos podíamos haber ahorrado los 60 Km de carretera insufrible, para lo que había que ver)
Pero, aparte de las excursiones, el viaje me ha servido para darle un último empujoncito a El Consejo de Hierro, de China Miéville. Yo, al contrario que RinzeWind, creo que este libro supera a los dos anteriores ambientados en Bas-Lag. Al menos, yo he disfrutado como un enano, ya que la novela tiene mucho más de aventura y acción (más incluso que La Cicatriz), que de las pajas mentales pseudocientíficas con que nos deleitó en La Estación de la Calle Perdido.
La novela vuelve (bien!) a ambientarse en la distópica y asfixiante ciudad-estado de Nueva Crobuzón. 30 años después de los sucesos narrados en La Estación de la Calle Perdido, la ciudad se ha convertido en un caos social, con numerosos grupos antisistema compitiendo entre sí por imponer una revolución obrera (el Colectivo) a los intereses corporativistas de la oligarquía que controla el Parlamento, el cual contraataca con la Milicia, que ha pasado de ser una suerte de policía secreta, a ser un cuerpo totalmente militarizado.
La primera parte del libro lleva trenzadas dos historias: la de Ori, un renegado que busca su lugar entre los grupos disidentes, desde las publicaciones sediciosas hasta las células terroristas; y la del grupo de Cutter y Judah Low, en su búsqueda a través de todo el continente de Rohagi, del mítico Consejo de Hierro.
La segunda parte, narrada en un confuso tiempo presente, narra la revuelta obrera que desencadenó años atrás la formación del Consejo, y la huida e independencia de la pseudo-ciudad anarquista conocida como el Tren Perpetuo (un concepto, a mi juicio, tan original como improbable).
La novela termina con una desenfrenada colisión entre las dos líneas: el Consejo de Hierro recorriendo en sentido inverso su trayecto, para acudir en ayuda del Colectivo de Nueva Crobuzón, y la súbita intervención de Low en su poético final.
En resumen, un libro estupendo, una nueva muestra de la retorcida y envolvente prosa de Miéville, y un ejercicio de imaginación desbordante. Muy recomendable, incluso para los que salieron apabullados de la lectura de
La Estación de la Calle Perdido.