22 julio 2007

Я в Санкт-Петербурге!

En efecto: los chicos del programa IST han tenido a bien volver a subvencionarme otro viajecito por Europa, y esta vez ha tocado explorar los limites geopolíticos de esta palabra.
San Petersburgo, la ciudad construida por el zar Pedro I el Grande para ser capital del Imperio Ruso, y elegida por los revolucionarios comunistas para dejar de serlo, es ahora uno de los principales destinos turísticos del Báltico, por lo que no es difícil encontrarse por aquí japoneses ni, cómo no, españoles.
Mi primera impresión, tras llegar a horas intempestivas gracias a Iberia, montar en un taxi de palo (no parecía haber taxis auténticos en el aeropuerto), encontrarme con que la calle del hotel está devastada por unas obras, que el hotel por fuera más bien parece la pensión Lola, y que no sé qué lío se habían hecho con mi reserva, fue de: ¡Aquí No Vuelvo!
Afortunadamente, una ducha y un vigorizante paseo le hacen a uno ser más optimista, aunque después de cinco horas caminando bajo un solete a ratos molesto (todavía me habré puesto moreno a 60º de latitud) he necesitado una pequeña siesta para afrontar la búsqueda de un restaurante decente para cenar.

Si queréis la opinión de un turista ocasional como yo, San Petersburgo es todo fachada: edificios de espectacular arquitectura por todas partes, limpios y deslumbrantes en las áreas turísticas, y desangelados y decadentes en cuanto te alejas una calle o dos de los monumentos.
Empecé mi paseo cruzándome al otro lado del Neva y visitando la Fortaleza de Pedro y Pablo. La verdad es que esperaba algo a la altura de su relevancia histórica. No sé, algo parecido al Castillo de Akershus, por poner un ejemplo cercano. Pero no, la Fortaleza Picapiedra (si me permitís la frivolidad) es poco más que unos barracones de colores dentro de un recinto amurallado y una catedral (aunque yo la dejaría en iglesia, a secas) en el medio. No me extraña que se rindiera en seguida al oír los cañonazos del crucero Aurora, aunque visto también este último (lo tienen amarrado en mitad del río para regocijo de turistas nostálgicos), no me queda sino suponer que las cosas se veían de otra manera en 1917.El resto de mi visita ha discurrido ya por mi orilla del Neva, básicamente viendo el Hermitage por fuera (habrá quien me llame hereje por esto, pero soy más de ver ciudades que museos), tratando de absorber el caos turístico-consumista de la Avenida Nevskiy, y admirando, también por fuera (que estos rusos han aprendido muy rápido a sacarle los rublos a todo el que enarbola una cámara de fotos) otras maravillas arquitectónicas como la catedral de San Isaac o la deslumbrante iglesia de la Resurrección. Todo esto, que parece poco, son varios kilómetros por calles enormes, cruzando brazos del delta del Neva, y esquivando un tráfico bastante más demencial que el de Madrid, aunque definitivamente por detrás de la salvaje Atenas.
Había pensado subir unas cuantas fotos y hacer una galería en Flickr, pero visto que mis aptitudes para la fotografía son ciertamente escasas, quien tenga interés seguro que sabe dónde buscar buenas fotos de esta ciudad (Google Earth, por ejemplo).

Y una última frikez: el ayuntamiento de San Petersburgo parece estar llevando a cabo una cruzada contra la acumulación de vejigas repletas en las cercanías de los puntos de interés turístico, por lo que han dispuesto urinarios públicos portátiles por todas partes. Claro, que como éste no había visto yo todavía ninguno:
¿Cómo se llamará el invento? ¿Tronobús? ¿AutoRoca?
También podían, de paso, hacer algo para evitar la proliferación de botellas vacías por el suelo, que parece el deporte nacional de Rusia (como en España el tirar colillas, vaya).

Me despido: mañana y pasado toca trabajar así que no creo que me dedique mucho más al turisteo. Mis desentrenadas piernas me lo agradecerán, no obstante.
До свидания!



20 julio 2007

Tres de Pratchett (y 4)

Sí, ya sé que dije que tres eran tres lo libros del Mundodisco que me había leído este año, pero al terminar Tiempos interesantes me fue imposible dejar a Rincewind solo y desamparado en mitad del continente EquisEquisEquisEquis, y tuve que releerme El país del fin del mundo.
Como dije el otro día, El país del fin del mundo (pavorosa traducción de The last continent) fue editado por Plaza y Janés hace 4 años en el momento en que hubieran debido publicar Eric, mientras que su lugar correcto (cronológicamente después de Tiempos interesantes) hubiera sido después de la publicación de Jingo (prevista para este verano y que, según parece, han decidido traducirla, aún más pavorosamente, por ¡Voto a Bríos!, con dos cojones).
La verdad, después de Tiempos interesantes, El país del fin del mundo se me ha hecho un pelín aburrida: Rincewind sigue en su línea de salvar el
pellejo (y de paso el planeta) por pura casualidad; y el Equipaje (que ahora nos enteramos de que había abandonado a su recién creada familia en el Imperio Ágata) siembra el caos mientras trata de encontrar a su amo. Afortunadamente, las desventuras del cuadro académico de la Universidad Invisible suplen la ausencia de la Horda de Plata: las conversaciones filosóficas entre Ridcully y Stibbons son, simplemente, deliciosas, mientras que el espectáculo del resto de magos (en especial el Prefecto Mayor) babeando alrededor de la señora Panadizo se puede considerar antológico.
Por lo demás, los típicos horrores en la traducción a que nos tiene acostumbrados P&J... desde llamar "EcksEcksEcksEcks" al continente hasta cambiarle el nombre a la máquina pensante de Ponder Stibbons ("Maleficio" en vez de Hex). La verdad es que no sé qué pinto todavía no leyendo los originales en inglés...

Bueno, ahí va una selección de citas que me han gustado, ¡que las disfrutéis!

¿Quién querría ir a Hogwarts pudiendo asistir a la Universidad Invisible?

Ponder sabía que nunca hubiese debido permitir que Ridcully examinara los escritos invisibles. Después de todo, no dejar que tu jefe sepa qué demonios haces durante todo el día siempre ha sido, es y será un principio básico de las relaciones laborales.
Pero sean cuales sean las precauciones que adoptes, tarde o temprano el jefe acaba husmeando por ahí y empieza a soltar indirectas como "Así que aquí es donde trabajas, ¿eh?", "Juraría que os había enviado una nota de régimen interno sobre el traerse plantas de casa" y "¿Cómo se llama esa cosa que tiene un teclado?"

Eran las tres de la madrugada. Ridcully siempre había sido capaz de prescindir de las horas de sueño de los demás.

La Universidad Invisible era mucho más grande por dentro que por fuera. Miles de años como la más eminente institución de la magia práctica en un mundo donde, en cualquier caso, las dimensiones ya eran básicamente una cuestión de azar, la habían agrandado considerablemente en sitios donde no habría debido tener sitios. Había salas que contenían salas que si entrabas en ellas, resultaban contener la sala de la que habías salido en primer lugar, lo cual puede llegar a ser un auténtico problema a la hora de formar una fila para bailar la conga.

Ridcully señaló un pequeño artefacto de madera colocado junto a la puerta. Había uno delante del estudio de cada mago. Consistían en pequeños paneles correderos, rodeados por un marco. En ese momento mostraba la palabra PRESENTE y, presumiblemente, ocultaba la palabra AUSENTE, aunque con ciertos magos nunca había manera de saber si estaban en casa o habían salido.
El catedrático de Incertidumbre Creativa, por ejemplo, sostenía que se hallaba en un estado simultáneo de presencia y ausencia hasta el momento en que alguien llamaba a su puerta y colapsaba el campo, y afirmaba que era imposible mostrarse categórico al respecto antes de que se hubiera producido tal acontecimiento. La lógica es maravillosa, pero a veces obtienes mejores resultados pensando.

(...) Si consiguiera recordar cómo se determina la hora mirando al sol...
Yo esperaría un rato antes de intentarlo -dijo el prefecto mayor mientras entrecerraba los ojos haciéndose visera con la mano. Ahora brilla tanto que no hay forma de ver los números.

—Técnicamente, no hay ni una sola constelación familiar —dijo Estudios Indefinidos con un tembloroso hilo de voz—. Hemos contado tres mil ciento noventa y nueve constelaciones que podrían llamarse el Triángulo, por ejemplo, pero el decano dice que algunas de ellas no cuentan porque usan las mismas estrellas...

—Aun así, no puedo evitar pensar que... que quizá hayamos alterado el pasado, archicanciller —dijo el prefecto mayor.
—No veo cómo —dijo Ridcully—. Después de todo, el pasado ocurrió antes de que llegáramos aquí.
—Sí, pero ahora estamos aquí y lo hemos alterado.
—Entonces lo alteramos antes.
A todos les pareció que eso resumía con bastante claridad la situación. El viaje temporal tiende a provocar confusiones ridículas en el manejo de los tiempos verbales, pero un ego lo bastante grande casi siempre acaba encontrando alguna salida.


— Siempre he pensado que el sexo es una forma muy poco elegante de asegurar la continuidad de la especie — dijo Estudios Indefinidos cuando estaban llegando a la playa —. Estoy seguro de que podría haber algo mejor. Si quieren saber mi opinión, es muy... anticuado. Y toda esa agitación, todo ese terrible gasto de energías... No, no.
— Bueno, básicamente estoy de acuerdo con usted, pero ¿qué sugiere que utilicemos en vez del sexo? — preguntó Ridcully.
— El bridge — contestó Estudios Indefinidos.
— ¿De veras? ¿El bridge?
— ¿Se refiere a ese juego en el que se reparten cartas? — preguntó el decano.
— No veo por qué no. Puede llegar a ser muy emocionante, fomenta las relaciones sociales y no requiere ningún equipo especial.
— Pero hacen falta cuatro personas — observó Ridcully.
— Ah, sí. No había pensado en eso. Sí, supongo que quizá habría problemas. Bien, en ese caso... ¿Qué me dicen del croquet? Sólo se necesitan dos personas para jugar. De hecho, he disfrutado de muchas partiditas encantadoras en las que yo era el único jugador.
Ridcully permitió que un poco más de espacio se interpusiera entre su cuerpo y el de Estudios Indefinidos.
— Sigo sin ver cómo podría utilizarse con vistas a la procreación — dijo —. ¿Con fines recreativos? Sí, por supuesto. Pero la procreación... No, para eso no. Quiero decir que... bueno, ¿cómo funcionaría exactamente?
— El dios es él, ¿no? — resopló Estudios Indefinidos —. Se supone que es él quien tiene que ocuparse de los detalles, ¿verdad?
— Ya, pero... pensemos en las mujeres. ¿Realmente creen que una mujer decide pasar toda su vida al lado de un hombre meramente porque dicho hombre es capaz de levantar un mazo enorme que pesa un montón de kilos? —preguntó el decano.
—Bueno, pensándolo bien supongo que eso no es más ridículo que... —empezó Ridcully, pero se interrumpió de repente—. Creo que deberíamos cambiar de tema —se apresuró a añadir unos momentos después.
—La semana pasada estuve jugando al croquet con él —le siseó el decano a Ridcully mientras Estudios Indefinidos se alejaba—. ¡Y ahora no podré volver a dormir hasta que no me haya dado un buen baño!
—Cuando volvamos le confiscaremos todos los mazos de croquet y los guardaremos bajo llave —murmuró Ridcully.
—¿Sabía que su habitación está llena de libros sobre croquet? ¡Y algunos tienen ilustraciones en color!
—¿De qué?
—De jugadas famosas —respondió el decano—. Sí, creo que deberíamos confiscarle el mazo.
—Buena idea, decano —dijo Ridcully—. Estaba a punto de sugerirlo, créame.

En un lejano pasado, el plural de la palabra «mago» había sido «guerra».
Pero el ambicioso e ingenioso propósito de la Universidad Invisible era servir de peso en el brazo de la magia, haciendo que éste se moviera con la solemne majestad del péndulo en vez de girar con la mortífera decisión de una maza erizada de pinchos. En vez de lanzarse bolas de fuego desde lo alto de torres fortificadas, los magos aprendieron a lanzar maliciosas indirectas a sus colegas mientras les acusaban de no saber interpretar las actas de la reunión del cuadro académico, y ya habían superado el asombro inicial que sintieron al descubrir que lanzar indirectas resultaba tan malévolamente divertido como lanzar bolas de fuego. Consumían cenas descomunales y, después de una cena realmente buena y un buen puro, incluso el Señor Oscuro más feroz se siente inclinado a poner los pies encima de la mesa y ver el mundo con mejores ojos, especialmente si el mundo le está ofreciendo otra copa de coñac. Y así, lentamente, los magos fueron adquiriendo y asimilando el más importante de todos los poderes mágicos: el que te convence de que debes dejar de utilizar todos los demás.

—¿Qué? —exclamó el prefecto mayor—. ¿Me estás diciendo que antes de solicitar un puesto en una universidad debes tomar en consideración la posibilidad de que acabes siendo devorado por los tiburones en la costa de un continente misterioso miles de años antes de haber nacido?
—Bueno, tanto como eso... Lo que sí sé es que cuando la entrevistamos para el puesto no hizo muchas preguntas.


El tesorero ingresó en la Universidad cuando los aspirantes a magos iniciaban su aprendizaje muy pronto, poco después del momento en que habían aprendido a andar pero antes de que empezaran a pelearse por las chicas en el parque de juegos. Copiar un montón de veces la misma línea en el aula disciplinaria era uno de los castigos más habituales y el tesorero, como todos los demás, hizo algunos experimentos con el concepto de atar varias plumas a una regla en un intento de escribir las líneas de tres en tres. Pero Houser, un chico reservado y pensativo, cogió unos trozos de madera, despojó a un colchón de sus muelles y acabó creando una máquina capaz de escribir primero cuatro, luego dieciséis y, finalmente, treinta y dos líneas. La máquina había llegado a ser tan popular que los chicos infringían deliberadamente las reglas para tener acceso a ella, a tres centavos la sesión de uso y un real para ayudar a tensar los muelles. Preparar la máquina requería más tiempo del que nunca llegó a ser ahorrado utilizándola, naturalmente, pero eso suele ocurrir en muchos campos similares y es un signo del progreso. Los experimentos tuvieron un final trágico cuando alguien abrió una puerta en el momento equivocado y la repentina liberación de la tensión acumulada en el prototipo experimental de máquina de 256 líneas hizo que su creador saliera despedido por una ventana del cuarto piso.

Sí, estoy seguro de que podemos aprender muchas cosas los unos de los otros, archicanciller. Más ustedes de nosotros que nosotros de ustedes, por supuesto. Quizá deberíamos organizar un programa de intercambio de estudiantes o algo por el estilo...
—Buena idea.
—Puede quedarse con seis de los míos a cambio de una segadora de césped en buen estado. La nuestra se ha averiado.
El pobre Stibbons, desbordado por las sólidas mentes de los magos:
Siempre pensé que los viejos fósiles tenían muchas cosas que enseñarnos dijo Ponder . Quizá estaba equivocado añadió con expresión sombría.
Bueno, pues yo nunca he creído todas esas tonterías de animales muertos que se convierten en piedra -dijo Runas Recientes. Va contra todas las enseñanzas de la razón. ¿Qué cuernos sacan de volverse de piedra?
¿Y entonces cómo explica la existencia de los fósiles? preguntó Ponder.
Ah, pero es que no la explico -dijo Runas Recientes con una sonrisa triunfal. Al final las explicaciones siempre acaban metiéndote en líos. Las salchichas sin piel no se deshacen, ¿verdad? Bien, ¿y cómo explica usted eso, señor Stibbons?
¿Eh? Pues yo... ¿Cómo diablos quiere que lo sepa?
Oh, claro. No lo sabe, pero se considera cualificado para saber cómo fue organizado todo el universo, ¿verdad?

—Para emplear la metáfora clásica, lo importante es no matar a tu abuelo —dijo,
—¿Y por qué demonios iba yo a querer matar a mi abuelo? —preguntó Ridcully—. Siempre quise mucho al viejo, ¿sabe?
—Por supuesto, por supuesto. Accidentalmente, ¿comprende? —dijo Ponder—, Pero en cualquier caso...
—¿Sí? Bien, como ya sabe cada día mato accidentalmente a varias personas —dijo Ridcully—. Y de todas maneras, no veo a mi abuelo por aquí.
—Sólo era un ejemplo ilustrativo, señor. El problema estriba en la causa y el efecto, y lo que no está claro es...
—Lo que está muy claro, señor Stibbons, es que de repente parece estar convencido de que cuando alguien retrocede en el tiempo se ve atacado por una especie de manía fratricida. Si me encontrara con mí abuelo, le invitaría a tomar una copa y le diría que no debería estar tan seguro de que las serpientes no te morderán si las asustas, una información que quizá me agradecería más avanzada su vida.
—¿Por qué? —preguntó Ponder. —Porque así su vida habría podido avanzar un poco más de lo que llegó a avanzar.
—¡No, señor, no! ¡Eso sería peor que disparar contra su abuelo!
—¿De veras?
—¡Sí, señor!
—Me parece que su razonamiento contiene un par de pasos a los que quizá no ha prestado la debida atención, señor Stibbons —dijo el archicanciller con voz gélida—. Supongo que no tendrá intención de matar a su abuelo, ¿verdad?
—¡Por supuesto que no! —replicó secamente Ponder—. Ni siquiera sé qué aspecto tenía. Murió antes de que yo naciera.
—¡Aja!
—Pero yo no le...
—Oigan, estamos mucho más atrás en el tiempo que todo eso —dijo el decano—. Stibbons ha dicho millares de años, ¿verdad? Todos nuestros abuelos no existen.
—Ah, en ese caso el abuelo del señor Stibbons se ha librado por los pelos —dijo Ridcully.
Los clásicos del Mundodisco:
¿Pan de los enanos? preguntó Rincewind.
¡Justo en el blanco! Gracias a él pudimos atravesar millares de kilómetros de océano infestado de tiburones. Si no hubiera sido por ese saco lleno de pan de los enanos, nunca...
¿Habríais podido partirle el cráneo a los tiburones?
Ah, ya veo que entiendes de panes.

Rincewind estaba seguro de que no podías cruzar un humano con una oveja. Si eso fuera factible, a estas alturas los seres humanos —en particular los habitantes de los distritos rurales más aislados— ya habrían encontrado alguna forma de hacerlo.

Ponder había sido esa clase de niño. Todavía conservaba todas las piezas de cada uno de los juegos que le habían regalado a lo largo de su infancia. Ponder había sido la clase de niño que lee atentamente la etiqueta de cada envoltorio antes de abrir el regalo, anota en una libretita quién se lo ha regalado y, además, ya tiene escritas todas las cartas de agradecimiento para la hora del té. Sus padres, impresionados, comprendieron que habían traído al mundo un niño que haría grandes cosas o sería perseguido y linchado por una multitud de ciudadanos indignados antes de haber cumplido los diez años.

Aun así, una de las reglas básicas de la supervivencia en cualquier planeta es no buscarle las cosquillas a ningún ser vestido de cuero negro.
Y ésa es la razón por la que los manifestantes que se oponen a que los seres humanos se cubran con pieles de animales nunca han embadurnado con pintura a ningún Ángel del Infierno.
La vida en EquisEquisEquisEquis:
¿Aquí nunca llueve?
¡Por supuesto que no!
Pues en el sitio del que vengo ocurre con bastante frecuencia dijo Rincewind.
¿Sí? ¿Y cómo se las arregla para subir hasta el cielo? Porque el agua pesa bastante, ¿sabes?
Oh. Pues... pues... creo que el sol la aspira. O algo así.
¿Cómo?
No lo sé. Sencillamente ocurre.
¿Y luego cae del cielo?
¡Sí!
¿Gratis? ¿No hay que pagar?
¿Es que nunca has visto llover?
Oye, todo el mundo sabe que el agua está debajo del suelo. Es de puro sentido común, ¿no? El agua pesa, se va filtrando por el suelo y acaba acumulándose en las profundidades. Nunca la he visto flotar por los aires, compañero.
Bueno, ¿y cómo crees que llegó a acumularse en el suelo?
Loco puso cara de asombro.
¿Y qué pasa con las montañas? ¿Te importaría explicarme de dónde han salido las montañas? preguntó después.
¿Qué quieres decir? ¡Las montañas están ahí y punto!
Así que no caen del cielo, ¿eh?
¡Por supuesto que no! ¡Las montañas pesan mucho más que el aire!
¿Y el agua no? Tengo un par de barriles llenos debajo de la carreta, y si los levantas sudarías lo tuyo.

Y allí delante había un edificio. O por lo menos… Bueno, tenía que ser un edificio. Nadie podía haberse dejado abierta una caja de pañuelos de papel tan enorme.
(...)
Rincewind subió por la escalera saltando los peldaños de dos en dos e inició una rápida circunvalación del extraño edificio blanco. Al parecer era una especie de sala de música. Ópera, a juzgar por los sonidos, aunque no parecía el tipo de sitio donde se canta ópera: nadie habría podido imaginarse a un montón de señoras con cuernos en un edificio que parecía estar a punto de zarpar(...)

—Siempre metemos en la cárcel a nuestros políticos en cuanto acaban de ser elegidos. ¿Vosotros no?
—¿Porqué?
—Ahorra tiempo.
Éste es mi Rincewind:
—Escucha, rata gigante saltarina, he conseguido llegar hasta los muelles, ¿no? ¡Puedo correr más que ellos! ¡Puedo despistarlos! Soy capaz de subir a un barco en calidad de polizón, vomitar, ser descubierto y arrojado por la borda, mantenerme a flote durante dos días agarrándome a un barril viejo mientras me alimento de plancton (usando la barba como cedazo, ojo), atravesar cautelosamente los traicioneros arrecifes de coral que rodean a un atolón y sobrevivir en él comiendo ñames.

—He oído decir que te marchas —dijo Bill Rincewind—. ¿Quieres quedarte aquí? He hablado con tu decano, y te ha proporcionado unas referencias condenadamente buenas.
—¿De veras? ¿Qué dijo exactamente?
—Dijo que si conseguía que llegaras a hacer alguna clase de trabajo podría considerarme afortunado.
Pratchett: la referencia filosófica del siglo XXI:
Las constelaciones de Mundodisco cambiaban a medida que el mundo se iba desplazando a través del vacío, lo cual significaba que allí la astrología lideraba la vanguardia de la investigación en vez de, como ocurría en otros sitios, ser una astuta forma de evitar tener que buscar trabajo. El que las peculiaridades y asuntos humanos pudieran ser guiados de manera tan fiable y continuada por una sucesión de grandes bolas de plasma, la mayoría de las cuales jamás había oído hablar de la humanidad y además se encontraban a miles de millones de kilómetros de distancia de ella, era tan asombroso como inexplicable.

—Dicen que antes de morir ves cómo toda tu vida pasa por delante de tus ojos. ¿Es verdad?
—SÍ.
—Da miedo pensarlo. —Rincewind se estremeció—. Oh, dioses, y lo que estoy pensando ahora todavía es más aterrador. ¿Y si estoy a punto de morir y esto es mí vida entera pasando por delante de mis ojos?
—ME PARECE QUE NO LO ENTIENDES. LAS VIDAS DE LAS PERSONAS PASAN POR DELANTE DE SUS OJOS ANTES DE QUE MUERAN, Y EL PROCESO SE LLAMA «VIVIR». ¿TE APETECE UN CAMARÓN?

La capacidad para formular preguntas como «¿Dónde estoy y quién cuernos está haciendo esta pregunta?» es una de las cosas que distinguen a la humanidad de, por ejemplo, las sepias. Aunque naturalmente no es la más obvia y, de hecho, existen ciertas engañosas similitudes, particularmente la tendencia a tratar de esconderse detrás de una gran nube de tinta.

18 julio 2007

Tres de Pratchett (3)

Si de Eric no pude decir que era la mejor novela de Mundodisco, con Tiempos interesantes estoy muy tentado de hacerlo. Y no tanto por el estupendo papel de Rincewind, en su línea de patoso que sin saberlo salva el mundo, sino por la brutal irrupción en la saga una nueva galería de personajes, capaces de sembrar el caos y provocar hilaridad al mismo tiempo. Me refiero a La Horda de Plata, un grupo de seis bárbaros nonagenarios (Truckle el Descortés, Willie el Chaval, Caleb el Destripador, Hamish el Loco, el Viejo Vincent y el señor Saveloy o Profe) comandados por el famosísimo héroe Cohen el Bárbaro (a quien conocimos en La luz fantástica).
En Tiempos Interesantes volvemos a encontrarnos con Rincewind que, tras haber sido liberado de las Dimensiones Mazmorra por Eric, es reclutado por el archicanciller Ridcully para cumplir una misión en el Imperio Ágata, la versión del Disco del antiguo imperio chino. Nada más llegar, por medios muy poco ortodoxos, se produce el encuentro con La Horda, cuyo objetivo es nada menos que conquistar el Imperio. Para acabar de complicar el asunto, una revolución de corte comunista se está fraguando en las entrañas del Imperio y el sin par Dosflores no anda lejos...
Con estas premisas, Pratchett construye una de las más desternillantes novelas que he tenido ocasión de leer, plagada de sátira política y muy ágil de leer. Especialmente pensada para leer en el metro o en el autobús, y sorprender a los demás viajeros con repentinas, genuinas e irreprimibles carcajadas. Estoy deseando que salga El último héroe (que viendo el ritmo actual de Plaza y Janés, puede llevar fácilmente un año) para volver a disfrutar de las locuras de La Horda.

Y aquí van las citas de rigor, y esta vez son unas cuantas...

Más sobre la patética idiosincrasia de Rincewind:

El problema fundamental, había llegado a creer Rincewind, era que sufría de karma preventivo. Si existía la más remota posibilidad de que pudiera pasarle algo bueno en un futuro cercano, algo malo le sucedería ya mismo. Y luego le seguiría sucediendo durante toda la parte donde tenían que pasarle las cosas buenas, de forma que nunca podía experimentarlas.
(...)
En alguna parte del mundo, razonó, había alguien sentado al otro lado del balancín, una especie de reflejo invertido de Rincewind cuya vida era una sucesión de acontecimientos maravillosos. Confiaba en conocerlo algún día, preferiblemente llevando algún arma en la mano.

Rincewind podía pedir piedad a gritos en diecinueve idiomas, y simplemente gritar en otros cuarenta y cuatro.
Esto es importante. Los viajeros inexpertos pueden pensar que "¡Aaaargh!" es universal, pero en Betrobi quiere decir "intensamente divertido" y en Howondalandia quiere decir, según la situación, "Me gustaría comerme tu pie", "Tu mujer es un hipopótamo enorme" y "Hola, piensa el señor Gato Púrpura". Hay cierta tribu en particular que tiene una reputación temible de crueldad simplemente porque, tal como ellos lo ven, los prisioneros parecen estar gritando: "¡Deprisa! ¡Más aceite hirviendo!".

¿Rincewind el zapatero? ¿Rincewind el mendigo? ¿Rincewind el ladrón? Casi todo lo que no fuera Rincewind el cadáver exigía un adiestramiento o unos talentos que él no tenía.
No había nada más que se le diera bien. La práctica de la magia era su único refugio. Bueno, la verdad era que la magia tampoco se le daba bien, pero por lo menos no se le daba nada bien en absoluto. Siempre tuvo la impresión de que tenía derecho a existir como mago del mismo modo que no se podían hacer matemáticas como era debido sin el número cero, que ni siquiera era un número, pero que si lo quitabas, dejaba allí un montón de números más grandes con caras de putos estúpidos.

Rincewind tuvo que admitir que el hombre que estaba gritando tenía razón. Bien, no cuando decía que el padre de Rincewind era el hígado enfermo de un tipo de oso panda de las montañas y su madre era un cubo de baba de tortuga. Rincewind no había conocido en persona a ninguno de sus progenitores, pero creía que probablemente fueran al menos vagamente humanoides, a grandes rasgos. Pero sobre el tema de parecer estar en posesión de un caballo robado, aquel hombre sí que había calado perfectamente a Rincewind, además de ponerle un pie en el cuello. Un pie en el cuello es el noventa por ciento de la ley.

-¿Sabes eso de que los niños normales pasan por una fase de arrancarles las alas a las moscas?
-Yo no lo hice nunca -dijo Rincewind-. No se puede confiar en las moscas. Puede que parezcan pequeñas pero se pueden poner desagradables.

La contundente filosofía de la vida de Cohen el Bárbaro:
-(...)¿Sabes cuál es el plato que mejor hacen en la costa?
-No.
-Sopa de oreja de cerdo. ¿Qué te dice eso de un sitio, eh?
Rincewind se encogió de hombros.
-¿Que son gente previsora?
-Que algún otro cabrón se trinca el cerdo.

El padre de Cohen lo había llevado a la cima de una montaña cuando era un chavalín, le había explicado el credo de los héroes y le había dicho que no había mayor felicidad que morir en la batalla.
Cohen enseguida captó el punto débil de aquello, y toda una vida de experiencia había reforzado su creencia en que de hecho un placer mayor era matar al otro cabrón que estaba en la batalla y terminar sentado en un montón de oro más alto que tu caballo. Era una observación que le había reportado grandes beneficios.

-Este es Gengis Cohen -dijo el señor Saveloy-. Hacedor de grandes hazañas. Matador de dragones. Asolador de ciudades. Una vez compró una manzana.

-Verás, Profe, la proporción de mil a uno no es mucho peor que la de diez a uno -dijo Cohen-. Las razones son... -Se puso a contar con los dedos-. Uno, el típico soldado que no lucha por su vida sino por una paga no va a poner el cuello cuando están todos esos otros tipos que pueden poner el suyo. Dos, no se nos podrán acercar muchos de ellos a la vez, y van a estar todos dándose empujones y codazos, y... -Se miró los dedos con expresión de cálculo terminal.
-... Tres... -dijo el señor Saveloy, hipnotizado por aquella lógica.
-... Tres, sí... La mitad del tiempo, cuando intenten dar con la espada le darán a uno de sus compañeros y así nos ahorrarán un poco de esfuerzo. ¿Lo ves?
-Pero aunque eso sea cierto solamente funcionaría durante un ratito -protestó el señor Saveloy-. Aunque consiguierais matar a doscientos, os cansaríais y mientras tanto seguirían viniendo más tropas frescas a atacaros.
-Oh, pero ellos también estarían cansados -dijo Cohen alegremente.
-¿Por qué?
-Porque para entonces, si quisieran llegar a nosotros, tendrían que correr colina arriba.
La Horda, en estado puro:
-Esto -dijo Rincewind, después de examinar la pequeña escena-, ¿hay alguno de estos hombres que tenga menos de ochenta años?
-Ponte de pie, Willie el Chaval -dijo Cohen.
Un hombre deshidratado y solamente una pizca menos arrugado que los demás se puso de pie. Lo más llamativo de su persona eran los pies. Llevaba unas botas con las suelas extremadamente gruesas.
-Son para que me toquen el suelo los pies -dijo.
-Y esto... ¿no le tocan el suelo con botas normales?
-No. Es un problema ortopédico. ¿Sabes que hay mucha gente que tiene una pierna más corta que la otra? Pues mira por donde, lo que tengo yo...
-No me lo diga -dijo Rincewind -. A veces tengo unos flashes increíbles... Usted tiene las dos piernas más cortas que la otra, ¿verdad?
-Asombroso. Está claro que eres mago -dijo Willie el Chaval-. Entiendes de estas cosas.

-Yo ya sé comportarme en una puta ciudad -dijo Truckle el Descortés-. Hay que arrasar, violar, saquear y pegarle fuego al maldito sitio antes de irse. Es igual que con los pueblos pero se tarda más.
-Todo eso está muy bien si solamente se está de paso -dijo el señor Saveloy-. Pero ¿y si uno quiere volver al día siguiente?

-(...) ¿Y cuándo has estado tú en Efebia?
-Fui a cazar recompensas una vez.
-¿La recompensa por quién?
-Creo que la tuya.
-¡Ja! ¿Y me encontraste?
-No sé. Echa la cabeza para adelante a ver si se te cae.


-Una vez me comí a un hombre -murmuró Hamish el Loco-. En un asedio.
-¿Te comiste a una persona? -preguntó el señor Saveloy, haciendo una seña al camarero.
-Una pierna nada más.
-¡Qué horror!
-No si le pones mostaza.

-¿Cuál dijiste que era el castigo por entrar en la Ciudad prohibida, Profe?
-Creo que es algo semejante a colgar, jamerdar y cuartear.(...)
-¿Cómo se jamierda a alguien?
-Creo que te sacan las tripas y te las enseñan.
-¿Para qué?
-Pues no lo sé. Supongo que para ver si las reconoces.
-¿Cómo? ¿En plan <>?
-¿Y cómo te cuartean? O sea, ¿te sacan los cuartos?
-Creo que no, a juzgar por el contexto.
(...)
-Bueno, ¿y cómo te cuelgan?
-¿Perdón?
-Jo, jo, jo... Lo siento, lo siento.

-¿Bandera roja? -susurró Cohen.
-Significa que quieren parlamentar -dijo Seis Vientos Benéficos.
-Ya sabes... como nuestra bandera blanca para rendirnos -dijo el señor Saveloy.
-Nunca he oído hablar de ella -dijo Cohen.
-Quiere decir que no puedes matar a nadie hasta que estén listos.
El señor Saveloy trató de acallar los murmullos que sonaban a su espalda:
-¿Por qué no los invitamos a cenar y los masacramos a todos mientras estén borrachos?
-Ya le has oído. Son setecientos mil.
-¡Ah! Entonces tendría que ser algo sencillo con pasta.

-¿Van los maestros a algún sitio especial cuando mueren? -preguntó Cohen.
-Creo que no -dijo el señor Saveloy en tono lúgubre. Durante un momento se preguntó si realmente existía una gran Hora Libre en el cielo. No parecía muy probable. Lo más seguro era que hubiera que corregir exámenes.

-¿Sabes que cuando fui a por aquella Cabra Vampiro de Cinco Cabezas en Skund dijeron que no tenía que hacerlo porque era una especie en peligro de extinción? Les dije que sí, gracias a mí. ¿Y creéis que estaban agradecidos?
El Ejército Rojo: el maoísmo irrumpe en el Disco y Rincewind es el encargado de imponer cordura...
-¿Cómo estáis? -preguntó, en morporkiano vacilante pero reconocible-. Lo sentimos mucho. ¿Estáis mejor ahora? Os hablamos en idioma de ciudad celestial de Anj-Mor-Pork. Idioma de libertad y progreso. ¡Idioma de Un Hombre, Un Voto!
-Sí -dijo Rincewind. Le pasó flotando por la memoria una imagen del patricio de Ankh-Morpork. Un hombre, un voto. Sí-. Lo conozco. Está claro que es él quien vota.


-Sé algunas cosas de la gente que habla de sufrir por el bien de todos. ¡Nunca son ellos los que sufren, joder! ¡Siempre que oigáis a un hombre gritar: <<¡Adelante, valientes camaradas!>>, veréis que es el que está detrás de la puta roca más grande y lleva el único casco que es realmente a prueba de flechas!

-(...)Si hicierais una revolución todo les iría mejor, ¿verdad?
-Claro -dijo Mariposa-. Ya no estarían sometidos a los vaivenes crueles y caprichosos de la Ciudad Prohibida.
-Vaya, eso está bien -dijo Rincewind- Así que vendrían a estar a cargo de sí mismos, ¿verdad?
-Pues claro -dijo Flor de Loto.
-Por medio del Comité del Pueblo -dijo Mariposa.
Rincewind se llevó las manos a la cabeza.
-Os lo juro -dijo-. No sé por qué, pero acabo de tener el vislumbre de una premonición.
Los presentes parecieron impresionados.
-De repente tengo la sensación -continuó- de que no habrá mucha gente de los que sujetan búfalos de agua en el Comité del Pueblo. De hecho... hay una especie de.. voz que me dice que gran parte del Comité del Pueblo, corregidme si me equivoco, está ahora mismo delante de mí.
-Al principio, por supuesto -dijo Mariposa-. Los campesinos ni siquiera saben leer y escribir.
-Sospecho que ni siquiera saben ser granjeros como es debido -dijo Rincewind con tono lúgubre-. Por mucho que lleven tres o cuatro mil años haciéndolo.
-Ciertamente creemos que se pueden llevar a cabo muchas mejoras, sí -dijo Mariposa-. Si actuamos de forma colectiva.
-Apuesto a que estarán contentos de verdad cuando se las enseñéis -dijo Rincewind.
Los agateanos son así:
Alguien lo estaba mirando.
Y era un búfalo de agua.
Sería incorrecto decir que lo miraba con interés. Simplemente lo miraba, porque tenía los ojos abiertos y tenía que estar encarado hacia alguna dirección, y había elegido al azar una que incluía a Rincewind.
Su cara albergaba la expresión completamente serena de una criatura que se había dado cuenta hacía mucho tiempo de que era fundamentalmente un tubo con patas y de que había sido instalada en el universo para, el líneas generales, transformar materia prima.
(...)
-Esto... Perdone si es una pregunta personal -dijo Rincewind-. Pero no puedo evitar preguntarme... ¿por qué se pasa usted el día entero de pie en el campo con el búfalo de agua?
El hombre se lo pensó.
-Es bueno para la tierra -dijo al final.
-¿Pero no se pierde un montón de tiempo? -dijo Rincewind.
El hombre también reflexionó debidamente sobre aquello.
-¿Qué es el tiempo para una vaca? -preguntó.
Las clásicas imágenes del Mundodisco:
Ser golpeado hasta la inconsciencia en bares era bastante corriente. Si sucedía en Ankh-Morpork entonces uno tenía muchos números de despertar tirado en el Ankh y echando de menos todo su dinero. (...) Pero por lo general el que te golpeaba quería mantenerte con vida. El Gremio de Ladrones era muy puntilloso con el tema. Tal como decían: <>.

Los Cuatro Jinetes cuya Cabalgada presagia el fin del mundo son conocidos como Muerte, Guerra, Hambre y Peste. Pero hasta los acontecimientos menos importantes tienen sus propios jinetes. Por ejemplo, los Cuatro Jinetes del Resfriado Común son Moquera, Congestión De Pecho, Napia y Falta De Pañuelos. Los Cuatro Jinetes cuya aparición anuncia cualquier fiesta del calendario son Tormenta, Ventolera, Aguanieve y Carril Habilitado En Sentido Contrario.

Rincewind miró las botas y recordó con recelo el problema que había habido con el prototipo de Botas de Siete Leguas de la universidad. Un calzado que intenta hacerte dar pasos de treinta y tres kilómetros de longitud impone desafortunadas tensiones en la entrepierna. Le quitaron aquellos cacharros al estudiante justo a tiempo, pero aún así durante meses tuvo que llevar un artilugio especial y comer de pie.

La palabra que su mente había estado buscando a tientas salió por fin a la superficie, y era golem.
Existían un par de ellos, incluso en Ankh-Morpork. Era probable encontrarlos en cualquier zona donde hubiera magos o sacerdotes a quienes les gustaran los experimentos. No solían ser más que figuras hechas de arcilla y animadas con alguna clase de hechizo u oración adecuada. Iban de aquí para allá haciendo trabajitos sencillos, pero no se estilaban mucho últimamente. El problema no era ponerlos a trabajar sino hacer que dejaran de trabajar. Si ponías a un golem a cavar en el huerto y te olvidabas de él, al volver te encontrabas con que había plantado una hilera de judías de dos mil kilómetros de largo.
Y un par de perlas de filosofía pratchettiana:
La mayoría de la gente desarrollaba su conciencia social de joven, durante ese breve periodo entre dejar de estudiar y decidir que la injusticia no es necesariamente mala siempre.

-Bueno, mucha gente lo cree por aquí. Creen que la Historia vuelve a empezar cada tres mil años.
-Podría ser -dijo Rincewind, que estaba buscando otra brizna de paja y no escuchaba realmente. Al cabo de un momento asimiló las palabras-. ¿Tres mil años? Un poco corto, ¿no? ¿Todo, todo? ¿Las estrellas y los océanos y la vida inteligente evolucionando a partir de licenciados en bellas artes, todo ese rollo?

16 julio 2007

Tres de Pratchett (2)

La segunda novela del Mundodisco que tengo en la recámara es la aclamada Fausto Eric (o, simplemente, Eric). Hay quien dice (o dijo en su día) que ésta es la mejor novela de la saga, lo cual no impidió a Plaza y Janés pasársela por el arco del triunfo cuando empezó a publicar la serie en castellano. Me imagino que el motivo fue que es una novela muy corta (apenas 200 páginas, la mitad que cualquiera de las otras) y, por tanto, no podía venderla por el pastizal al que acostumbra en las ediciones de rústica. El caso es que Eric, que debería haberse publicado después de ¡Guardias!¡Guardias!, fue sustituido en 2003 por El país del fin del mundo (supongo que porque también salía Rincewind), con lo que se rompía la fina línea temporal que une la serie.
Afortunadamente, Eric acabó siendo publicada y cayó en mis manos en cuanto salió en bolsillo (con una portada bastante más sugerente que ésta de la derecha). ¿Qué decir de ella? Pues lo principal, que no me ha parecido, ni mucho menos, la mejor de la saga (en principio, me suelen gustar más las novelas de Yaya Ceravieja, pero creo que hay novelas de Rincewind mejores que ésta). Tal vez haya influido el hecho de no haberla leído en el contexto temporal adecuado: en Eric aún no han hecho su aparición los indescriptibles miembros del cuadro académico de la Universidad Invisible, en los tiempos en los que Mustrum Ridcully es archicanciller, y sin ellos, por muy bueno que sea el personaje de Rincewind, cualquier mención a los magos del Disco se me queda coja.
Eric comienza donde termina Rechicero, con Rincewind atrapado en las Dimensiones Mazmorra, de donde le rescata (por error, claro), Eric, un nigromante aficionado y quinceañero que obliga a Rincewind a acompañarle en un loco viaje por el Infierno, las antiguas Grecia (perdón, Efebia) y Centroamérica (digo, Klatch) e, incluso, el final/principio de la Creación (¡¿Pratchett creacionista?! :-). Un poco caótico (más!) para lo que nos tiene acostumbrados Pratchett, lo que también ha contribuido a no llamarme demasiado la atención.
Y aquí van unas citas:
Unas muestras de la maravillosa visión de la realidad de Pratchett:

Era un tazón de cereales, frutos secos y pasas. No tenía ningún problema con nada de todo aquello. Simplemente ocurría que, en alguna fase de la preparación, algo parecía haber llevado a cabo sobre aquellos ingredientes inocentes el mismo proceso que sufre una estrella de neutrones bajo un millón de gravedades. Si te morías al comer algo como aquello no te tenían que enterrar, solamente necesitaban tirarte en algún sitio donde el suelo fuera blando.
-¿Sargento?
-¿Señor?
-Vigile a este niño.
-Sí, señor. ¿Cabo?
-¿Sargento?
-Cuide al crío.
-Sí, sargento. ¿Soldado Arqueos?
-Sí, mi cabo -dijo el soldado, su voz lúgubre de premonición.
Las selvas klatchianas:
Los pocos exploradores que han regresado vivos de allí han dejado una serie de pistas prácticas para quienes vengan detrás: 1) evitar en la medida de lo posible cualquier planta trepadora colgante que en un extremo tenga ojos saltones y lengua bífida; 2) no recoger ninguna planta trepadora a rayas naranjas y negras que esté aparentemente tirada en medio del camino, meneándose, porque a menudo tiene un tigre en el otro extremo, y 3) no ir.
-Así que no encontró usted la Fuente de la Eterna Juventud -dijo, sintiendo que debía iniciar alguna conversación.
-Oh, sí que la encontré -dijo Da Quirm con solemnidad-. Un manantial cristalino, en las profundidades de la selva. Era muy impresionante. Y di un buen trago. Un señor trago, me parece más apropiado.
-¿Y...? -dijo Rincewind.
-Y funcionó, claramente. Sí. Durante un rato sentí que me estaba volviendo más joven.
-Pero... (...)
-Ah -dijo el anciano-. Sí, claro, esa es la parte más lamentable. Después de todo lo que había leído sobre la Fuente, lo normal habría sido que alguien en todos aquellos libros hubiera mencionado el dato más vital sobre el agua, ¿no?
-¿Qué dato...?
-Hervirla primero. Todo dicho, ¿no? Una pena terrible, la verdad.

Así son los demonios del Mundodisco:
¡Los dioses! ¡Cómo odiaba a los dioses! Los odiaba más todavía de lo que odiaba a la vieja guardia como Vassenego, más de lo que odiaba a los humanos. La semana anterior había celebrado una pequeña soirée, se había esmerado mucho en ella, había querido demostrar que estaba dispuesto a considerar lo pasado pasado y a trabajar junto con ellos por un universo nuevo, mejor y más eficaz. Lo había llamado una fiesta "¡Vamos a conocernos!". Había habido pinchos de salchicha y todo. Se había esforzado al máximo porque resultara agradable.
Ellos ni siquiera se molestaron en contestar las invitaciones. Y eso que él se había preocupado especialmente de ponerles un SRC.
Y sería hacer un uso descuidado del idioma decir que la cosa que respondió a la puerta era una pesadilla. Las pesadillas suelen estar llenas de bobadas, y resulta muy difícil explicarle a alguien qué tiene de temible que tus calcetines cobren vida o que salgan zanahorias gigantes saltando de los setos. Pero esta cosa era la clase de cosa terrorífica que solamente podía crear alguien que se sentara y pensara en pensamientos horribles con mucha lucidez. Tenía más tentáculos que patas, pero menos brazos que cabezas.
También llevaba una insignia.
La insignia decía: "Me llamo Urglefloggah, Engendro del Averno y Guardián Repulsivo del Portal Pavoroso: ¿"En Qué Puedo Ayudarle?".
Luego vieron un montículo. Al pie del mismo había un hombre esposado, con la cabeza desesperada apoyada en las manos. A su lado había un demonio verde bajo y rechoncho, casi desfallecido bajo el peso de un libro enorme.
-He oído hablar de ese -dijo Eric-. Un tipo que desafió a los dioses o algo parecido. Tiene que estar todo el tiempo empujando esa roca colina arriba aunque la roca no para de caerse rodando...
El demonio levantó la vista.
-Pero primero -trinó- tiene que escuchar las Regulaciones de Insalubridad e Inseguridad sobre el Levantamiento y Transporte de Objetos Pesados.
La peculiar filosofía Pratchettiana:
Los demonios han existido en el Mundodisco durante al menos tanto tiempo como los dioses, a los que se parecen bastante en muchos sentidos. La diferencia es básicamente la misma que hay entre terroristas y revolucionarios.
Resulta interesante que los dioses del Disco nunca se han molestado mucho en juzgar a las almas de los muertos, de forma que la gente solamente va a parar al infierno si es ahí donde creen en el fondo de su alma que merecen ir. Cosa que no harán si no saben de su existencia. Esto explica por qué es importante disparar a los misioneros en cuanto se les ve.

Era lo malo de los viajes por el tiempo. Que a uno nunca lo pillaban preparado. Su única esperanza ahora, decidió Rincewind, era encontrar la Fuente de la Eterna Juventud de Da Quirm, conseguir mantenerse vivo unos cuantos miles de años y estar listo para matar a su propio abuelo, que era el único aspecto de los viajes por el tiempo que alguna vez le había atraído. Siempre había pensado que sus antepasados se lo habían ganado de sobra.
Así fue la Creación del Universo...
La eternidad se había acabado. Todas las arenas de los relojes habían caído. La gran carrera entre entropía y energía había acabado y el favorito había acabado ganador.
(...)
La Muerte se dio la vuelta para marcharse, pero al hacerlo oyó un ruido casi imperceptible.
(...)
Era un fragmento minúsculo de materia, que acababa de cobrar existencia con un ruidito hueco.
(...)
Era un clip sujetapapeles.
Mucha gente cree que tendría que haber sido una molécula de hidrógeno, pero eso contradice los datos de la observación. Todo el mundo que haya encontrado un batidor de huevos hasta entonces desconocido atascando un cajón inocente de la cocina sabe que la materia en estado bruto fluye continuamente hacia el universo bajo formas bastante desarrolladas, y que cobra existencia normalmente en los ceniceros, los jarrones y las guanteras. Elige su forma con el criterio de disipar sospechas, y sus manifestaciones más comunes son los clips sujetapapeles, los alfileres con que se venden las camisas, las llavecitas de las calefacciones centralizadas, las canicas, los trocitos de lápices, las piececitas misteriosas de aparatos para cortar la hierba y los álbumes antiguos de Kate Bush. No está claro por qué la materia hace todo esto, pero es evidente que tiene Planes.
...aunque el Creador es un poco inusual:
-Pero así se hacen las cosas hoy en día. Se ha perdido el oficio. Cuando yo era chaval se tardaba días en hacer un universo. Uno podía enorgullecerse de ello. Ahora lo dejan todo de cualquier manera, se vuelven al camión y se largan. ¿Y sabéis qué?
-Pues no -dijo Rincewind en tono débil.
-Roban cosas de la obra. Encuentran a alguien cerca que quiere ampliar un poco su universo y un rato después descubres que se han llevado un cacho de firmamento y lo han vendido para alguna ampliación en alguna parte.

Y, para terminar, un clásico sobre Ank-Morpork:
Ningún enemigo había conquistado nunca Ankh-Morpork. Bueno, técnicamente sí, bastante a menudo. La ciudad daba la bienvenida a los invasores bárbaros despilfarradores, pero por alguna razón los perplejos conquistadores siempre acababan descubriendo, pasados unos días, que ya no eran propietarios de sus caballos, y al cabo de un par de meses que ya no eran más que otro grupo minoritario con sus graffiti y sus tienda de comida propias.

10 julio 2007

Tres de Pratchett (1)

Si ya de por sí escribo poco en el blog, menos aún escribo sobre libros... hace ya más de un año de la última vez que me puse a la tarea. Y el caso es que leer, leo; no mucho, básicamente en el autobús de casa al curro y de vuelta, pero suficiente para ir acabando lo que se me agolpa en las estanterías, mientras espero a que los Gigamesh se dignen a publicar Festín de Cuervos.
En este tiempo he conseguido mantener la distancia (en mi contra) entre los libros del Mundodisco publicados por Debolsillo y los que he terminado. Como el maestro Pratchett bien merece un hueco en mi blog, voy a dedicar un post a cada una de las novelas que me he leído este año.

Empezamos por Soul Music, que ha conservado el título en español... la traducción con todo lo que implica hubiera sido complicada, pero mayores aberraciones han hecho ya los traductores del Mundodisco. Se trata de la tercera novela de la serie de la Muerte (Tras Mort y El Segador) y, como las anteriores, aborda el enésimo abandono de su oficio. En este caso, toma el relevo su nieta Susan, con la inestimable ayuda de la Muerte de las Ratas y el corcel Binky. Entre tanto, la enésima amenaza contra el orden y la convivencia de la imposible Ankh-Morpork se fragua en la aparición de la música con rocas dentro, amenaza combatida, entre otros, por el cuadro académico de la Universidad Invisible, imprescindibles en toda novela en la que el Mundodisco afronte un cataclismo.
No quiero decir con esto que la novela sea mala o siquiera repetitiva, ya que todo lo relativo a la música en el Disco es un ejercicio satírico colosal, echado a perder por una traducción que lo tenía francamente difícil y, en mi caso, por mi ridículo conocimiento de música la anglosajona de los años 50 a 70.
Así pues, una novela interesante que en español no es, ni mucho menos, la mejor de Pratchett.
Y, para terminar, una recopilación de frases citas imprescindibles...
...sobre el Mundodisco en general:

Es cierto que había un río, según la leyenda, una gota del cual le robaría la memoria a un hombre.
(...)
De hecho, existía otro río que cumplía las condiciones que decía la leyenda. Solo había una pega. Nadie sabía dónde se hallaba ese río, porque cuando lo encuentran siempre están bastante sedientos.

La clase estaba aprendiendo algo sobre una revuelta en la que algunos campesinos habían querido dejar de ser campesinos y, dado que los nobles salieron vencedores, habían dejado de ser campesinos con muchísima rapidez.
...sobre Ankh-Morpork en particular:
¿Y no había una leyenda en Ankh-Morpork sobre un viejo tambor, en el Palacio o en algún otro sitio, que supuestamente se batía por sí mismo cuando una flota enemiga subiera por el río Ankh? La leyenda había ido muriendo durante los últimos siglos, en parte porque estábamos en la Era de la Razón y también porque ninguna flota enemiga podía subir por el Ankh sin que la precediera una cuadrilla de hombres con palas.

Lo llamaban Parque del Abandono no porque lo sufriera más que el resto de la ciudad, sino porque el abandono fue una vez la medida de tierra que podía arar un hombre con tres bueyes y medio durante un jueves lluvioso; el parque tenía exactamente esa cantidad de terreno, y en Ankh-Morpork la gente se aferraba siempre a la tradición y a menudo también a otras cosas.
...sobre los habitantes del Disco en general:
En el hogar de un enano nunca hay cucarachas o ratas ni ninguna clase de alimaña. Al menos, no mientras el propietario todavía sea capaz de empuñar una sartén.

Binky se detuvo delante de una casa grande, un poco apartada del camino. Era una residencia ligeramente pretenciosa provista de muchos más gabletes y parteluces de los que en justicia debiera tener, y aquello daba una pista acerca de sus orígenes: era el tipo de casa que se construye un mercader rico cuando se vuelve respetable y necesita hacer algo con el botín.

-¿Gibbsson?
-¿sí, jefe?
-¿Te acuerdas de todas esas guitarras que hiciste cuando estabas aprendiendo el oficio?
-¿Las que usted dijo que sonaban como un gato yendo al lavabo con el culo cosido, jefe?

(...)Porque lo cierto era que, si bien en cuanto a dimensiones físicas Viejo Apestoso Ron era un hombre encorvado envuelto en un enorme y mugriento gabán, en cuanto al olor llenaba el mundo.
De hecho, Viejo Apestoso Ron era un esquizofrénico físico. Estaba Viejo Apestoso Ron y estaba el olor de Viejo Apestoso Ron, que a lo largo de los años se había ido desarrollando hasta el punto de poseer una personalidad propia. Cualquiera podía tener un olor que perdurase mucho tiempo después de marcharse a otro sitio, pero el olor de Viejo Apestoso Ron podía llegar a un sitio varios minutos antes que él para propagarse y ponerse cómodo antes de que llegara Ron. Su olor había evolucionado hasta convertirse en algo tan impresionante que ya no se percibía con la nariz, que se desconectaba instantáneamente en defensa propia. La gente sabía que Viejo Apestoso Ron se aproximaba por la manera en que se les empezaba a derretir el cerumen de los oídos.
...y sobre los magos de la Universidad Invisible:
El archicanciller se acomodó detrás de su mesa de billar.
Ya hacía mucho tiempo que se había librado del escritorio oficial. Una mesa de billar era infinitamente preferible. Las cosa no se caían por el borde, había unas cuantas troneras muy útiles para guardar dulces y demás, y cuando estaba aburrido siempre podía barrer el papeleo de encima de la mesa y dedicarse a intentar tiros con efecto. Luego nunca se molestaba en volver a dejar el papeleo encima de la mesa. El archicanciller sabía por experiencia que cualquier cosa importante de verdad nunca se llegaba a poner por escrito, porque a esas alturas la gente ya estaba demasiado ocupada gritando.

Las sirvientas habían estado poniendo las mesas para el almuerzo. Generalmente aquello requería algún tiempo. Como los magos se tomaban muy en serio sus comidas y siempre dejaban un desorden considerable tras de sí, las mesas estaban siempre poniéndose, limpiándose u ocupadas. Sólo la preparación de cada cubierto ya ocupaba muchísimo tiempo. Cada mago requería nueve cuchillos, trece tenedores, doce cucharas y un embutidor, aparte de todas la copas para el vino.
Los magos solían llegar con tiempo de sobra par la siguiente comida. De hecho, solían presentarse con la antelación suficiente para volver a servirse de la anterior.

-Aquí dentro hay un montón de ambiente -dijo Ridcully, mirando a su alrededor-. Ah, veo que ya vuelven a tener cerveza negra. Yo tomaré una pinta de Turbot Realmente Rara, por favor.
Los magos contemplaron al archicanciller mientras éste vaciaba parte de la jarra. La cerveza de Ankh-Morpork tiene un sabor muy propio, y eso tiene algo que ver con el agua. Algunas personas dicen que es como el consomé, pero se equivocan. El consomé es más fresco.
Ridcully chasqueó los labios alegremente.
-Ah, en Ankh-Morpork sí que sabemos con qué se hace la buena cerveza -dijo.
Los magos asintieron. Desde luego que lo sabían. Por eso estaban bebiendo ginebra con tónica.

Era aquel al que llamaban Skazz. Parecía pesar cosa de unos cuarenta kilos y lucía el corte de pelo más interesante que Ridcully hubiera visto jamás, ya que consistía en un flequillo largo hasta los hombros que le circundaba toda la cabeza. La punta de su nariz asomando era lo único que le decía al mundo hacia dónde tenía vuelta la cara Skazz. Si alguna vez le saliera un furúnculo en la nuca, la gente pensaría que andaba al revés.

-La verdad es que el universo sí tiene un ritmo -observó Ponder-. Día y noche, luz y oscuridad, vida y muerte...
-Caldo de gallina y picatostes -añadió Ridcully

Modo era por naturaleza un enano satisfecho de la vida, que soportaba con gusto (y cerca del suelo) todos los problemas adicionales de a jardinería en un entorno altamente mágico, como el pulgón, la mosca blanca y las cosas indescriptibles con tentáculos. Mantener el césped en buen estado podía convertirse en un auténtico problema cuando se permitía reptar sobre él a cosas procedentes de otra dimensión.