27 mayo 2006

Willy Fogg

No puede ser bueno tener tanto curro... dos semanitas llevo ya sin encontrar ni un hueco para actualizar el blog. Con la tontería he perdido la oportunidad de comentar sobre grandes eventos de la actualidad, como han sido la sentada por una vivienda digna (seguida por la convocatoria de la segunda sentada y la segunda sentada propiamente dicha), la vergonzosa bufonada del diputado Martínez Pujalte, las nacionalizaciones en Bolivia, la secesión de Montenegro, el triunfo en Eurovisión de los Uruk-Hai, la estafa de los sellos y algún otro suceso con los que amenizar este blog tan cutre (como comentaba el otro día un goblin -que a troll no llegaba- que pasaba por aquí.... ¿y si le cambiara el título al blog por el de "Un Blog bien cutre"????)

El caso es que ahora he encontrado un huequecito para escribir... ¡a bordo de un avión!!! Bueno, de momento, escribo, ya veremos cuando podré postearlo. Estoy de camino a Atenas, pero nada de turismo: a seguir currando. Menos mal que sólo serán un par de días. Lo que no sé es qué le habrá pasado por la cabeza a la persona responsable de buscarme el vuelo, porque estoy viajando en bisnes: Gracias, Alierta, no desaprovecharé la ocasión.
Hoy ha sido la primera vez que he visitado la nueva terminal 4 de Barajas... impresión: no era para tanto. No me refiero a la arquitectura, que como no tengo ni idea, no opino, sino a lo que se dice de ella: que si un caos (yo me he orientado fácilmente y sin ayuda) o que si es muy grande (he andado más en otros aeropuertos, incluida la T2 de Barajas). Eso sí, es un puto centro comercial, tela marinera.
Aprovechando las circustancias, me he dado un paseo por la sala VIP de Iberia, a tomarme un pelotazo a la salud del Consejero Delegado. Es que me hacía ilusión ser el único en camiseta, vaqueros y zapatillas. Y El Jueves en la mano.
Por comentar algunas cosas...
Curiosidad 1. Prensa disponible: ABC, La Gaceta de los Negocios, El Periódico de Catalunya y el panfleto descafeinado que publica Iberia. Infumable.
Curiosidad 2. En un momento dado, han llamado por megafonía de la sala a un tal "José Antonio Durán i Lleida". Toma ya... ¿sería el genuino líder de CiU? Y sí es así, ¿lo de "José Antonio" en vez de "Josep Antoni" habrá sido a mala hostia?¿Y ya puestos a encabronarle, por qué no "José Antonio Durán y Lérida"????
Curiosidad 3. He visto un pájaro (o un murciélago o una mosca muy gorda) volando dentro de la terminal. Pues eso, que me ha hecho gracia.
Curiosidad 4. Los váteres de la sala, un poco claustrofóbicos, pero me ha sorprendido ver las mismas escobillas que tengo yo en casa... sí, son del Ikea!!!
Por lo demás, el vuelo bien: la comida infinitamente mejor de lo habitual en turista (foie de canard, Ribera del Duero del 2001...) y unas espectaculares vistas de Mallorca y Cerdeña poco antes de que se hiciera de noche. Bueno, vamos a aterrizar, seguiré en un ratito.

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Parece que he llegado sano y salvo al hotel, algo por lo que no daba dos duros tras ver que el taxista iba a 180 por la autopista, o que arrancaba haciendo rueda al salir de un peaje. La mala fama de los taxistas griegos sigue aumentando.
El hotel, bien, muy moderno, aunque nada que ver con otro en el que estuve hace como un año, que tenía unas vistas de la Acrópolis que quitaban el hipo. Claro, que esta vez no estoy en el centro de Atenas, sino en una ciudad dormitorio. Poco glamour.
Siempre que estoy en un hotel guiri me hago la misma pregunta: ¿cómo es posible que ningún español se haya hecho rico exportando ese gran invento que son las persianas? Porque en el norte de Europa, donde el sol sale unas pocas horas al año, pase... ¿pero en Grecia?
Pierdo veinte minutos intentando correr las cortinas, hasta que descubro que son eléctricas. Garrulo total.
Tampoco falta el típico Nuevo Testamento de los Gedeones, junto con otro Nuevo Testamento, supongo que ortodoxo (porque está en griego). Como echo en falta los textos sagrados del pastafarianismo, por esta vez me saltaré mis oraciones.
Por cierto, que la conexión a internet cuesta 11€ la hora... pospondremos otra vez la publicación de este post.

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Es definitivo: aborrezco los desayunos de hotel. Huevos cocidos, salchichas, champiñones, arenques... ¿pero qué alma enferma puede desayunar arenques?
Menos mal que puedo destacar algo: zumo de naranja recién exprimido y yogur griego (contundente y de unos 250 ml la tarrina: chúpate esa, Danone!!).

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Seguimos posponiendo la publicación del post: los griegos que organizan la reunión son unos cutres y no nos quieren dar acceso WiFi. El taxista de hoy, menos salvaje que el de ayer, aunque alguna pirulilla sí que ha hecho. Sabe algo de inglés y me pregunta que de dónde soy; cuando se entera de que soy de Madrid, me dice "Ah, entonces eres del Real". Pero como le digo que no me gusta el fútbol, le jodo la conversación y sólo hace leves intentos como "Qué calor hace hoy", "Hay mucho tráfico" y "Mujeres!" (refiriéndose a la conductora del coche de delante), antes de callarse definitivamente.
Las carreteras, penosas, y la señalización imposible de localizar entre un caos de carteles y anuncios de todo tipo.
La reunión promete ser un auténtico coñazo. Veremos si no me duermo.

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Éxito: no me he dormido en todo el día, gracias a un enorme esfuerzo. La comida, pasable, y lo mejor, el café frappé (la bebida nacional) bien fresquito, que aquí hace una calor...
Vuelta al hotel, me pienso lo de los 11€, pero desisto: si queda largo el post, que se lo lea quien le apetezca.
Hemos quedado para cenar en Voulagmeni (en la playita), a las 20:30 (una hora menos en España). Os podéis imaginar las ganas que voy a tener de cenar a esa hora. Luego os cuento.

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Pues al final sí que me entró jambre; debió ser porque durante la espera estuve viendo en TVE Internacional a José Andrés preparando cordero y claro...
La cena muy buena: pescadito recién cogido y ensaladas varias (exquisita la taramasalata de huevas de pescado). Me gustó también el pulpo a la brasa con alcaparras, yum! El vino blanco griego, sin embargo, no vale gran cosa.
La vuelta al hotel fue de nuevo a bordo del taxi de un maníaco: aparentemente los taxistas griegos son más peligrosos de noche que de día ¿licantropía tal vez?
Por otra parte, para que quede constancia, las carreteras griegas son, por decirlo suavemente y sin ánimo de ofender, una puta mierda. De ahí la risa de ir en un taxi a 150 por hora por un camino lleno de baches y cartelería, sin arcén y sin líneas.

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Viernes. Madrugón (las 6 en España). Otro desayuno deleznable (por el que descubro que cobran 22 lerus, que ya está bien) y de vuelta a intentar mantener los ojos abiertos durante varias horas. Qué suplicio.

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Bueno, pues se acabó. Me vuelvo para casa. Como me suele pasar en estas reuniones, me da la impresión de que no se ha avanzado nada. Pérdida de tiempo total. Afortunadamente, la próxima reunión es en Madrid y me ahorraré el viaje.
Último taxista griego: increíblemente, no parece saber dónde está el acelerador. A 80 por la autopista.
Ahora estoy en la sala VIP, tomándome ooootro pelotazo a salud de Alierta: se agredecen estás pequeñas recompensas después de más de 5 años dedicados a la causa. Por cierto, que por culpa del ceporro del mostrador de Iberia, he tenido que pasar por los escáneres y volver a salir hasta dar con la sala.
Los servicios, muy cutres, pero con un extraño mecanismo que gira la tabla del váter mientras una especie de esponja le limpia los restos. Curioso pero inspira poca confianza. La escobilla también es la de Ikea.
Pues eso, que me quedan como 4 horitas de avión, y a ver si ya en casa puedo subir de una vez este post al blog, que ya me está quedando terriblemente largo. Probaré con un tamaño de letra más pequeño para que no abulte tanto.


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Por fin os dejo de aburrir con mis aventuras: ya estoy en casita, con mi ADSL y esas cosas. Ahora, a seguir currando y acumulando temas para el blog. Ciao.

11 mayo 2006

ManifesTitación

Que las manifestaciones ya no son lo que eran es evidente. Desde que Rouco Varela, ese burdo remedo de Paco Clavel pero sin glamour, y sus monseñores decidieron manifestarse en contra de la destrucción de La Familia (no la tuya ni la mía, sino así, en genérico), todo empezó a cambiar.
Llegaron las manifestaciones repletas de jerseys de cuello de pico, de finos bigotillos, de corbatas de seda y crucifijos de oro. Hasta hubo quien sacó a la Gallina del cajón, sacudió las polillas y la enarboló como si 40 años no fueran nada (gracias RinzeWind por la foto).
Manifestaciones, en fin, en las que más de 30 Españoles por metro cuadrado sufrían la lluvia, el frío y otras calamidades (sudores, olores, tocamientos y hurtos, me imagino) para demostrar que, entre otras cosas, 1 millón de personas caben en 70 autobuses, o que ningún mobiliario urbano puede impedir que la horda neocon alcance sus cifras récord.
Nada que ver con esas simpáticas manifestaciones a las que acudíamos algunos (pero pocos, ya saben) a principios del siglo XXI... qué tiempos, qué recuerdos, qué brutalidad policial... ¿volverá Ansuátegui ahora que Constantino Méndez se ha ido
?
El caso es que los tiempos cambian, las manifestaciones, también, y, claro, ¿por qué no?, también los iconos. ¿Acaso iban a perdurar durante siglos las camisetas con la cara del Ché Guevara?¿Las banderas de Lenin? Nada de eso: la nueva izquierda, el auspiciado bloque rojiverde, se refunda a sí misma con nuevos símbolos. ¿Y por qué no
un símbolo que sea un gran exponente de lo que no es la izquierda? Pues dicho y hecho: ahí tenemos a Tita Cervera, Baronesa Thyssen por la gracia de un buen braguetazo, nuevo icono del ecologismo urbano, del antigallardonismo más castizo.
Esta misma tarde, los vecinos de Hortaleza, en su lucha diaria contra los parquímetros, enarbolarán una imagen de la baronesa para exigir que el Ayuntamiento les escuche. Como quien saca una imagen de la Virgen para que llueva en verano... ¿prestará la baronesa la misma atención? ¿Se unirá a las reivindicaciones de este público que la reclama?¿¿¿Se presentará para alcaldesa, dejando en la cuneta a la Trini???
A mí, de todos modos, como icono antiparquímetros me sigue gustando más éste:

09 mayo 2006

Felicidades Paula!!!

Dos añitos cumple hoy mi niña, cómo pasa el tiempo...
Han sido dos años maravillosos, cansados al principio, atareados después, pero felices y divertidos siempre.


¿Qué más se puede pedir? Muchas felicidades Paula por haber llegado hasta aquí dándonos tantas alegrías. Y muchas felicidades a Loly, que también cumple dos años siendo mamá. ¡¡Os quiero tanto a las dos!!

04 mayo 2006

Viva el Colectivo!

No se puede decir que no haya aprovechado este puente: tras el regreso de mi mujer de su Big Brother Experience, nos hemos marchado a conocer Zamora. Del viaje, señalaré dos cosas:

  1. El alojamiento, estupendo. Desde aquí, publicidad gratuita para la familia Sobejano y su excelente posada rural.
  2. No hemos tenido nada que ver con el incendio que se declaró el lunes en la zona de Sanabria. Cuando vimos la columna de humo, nosotros estábamos en Bragança (por cierto, nos podíamos haber ahorrado los 60 Km de carretera insufrible, para lo que había que ver)
Pero, aparte de las excursiones, el viaje me ha servido para darle un último empujoncito a El Consejo de Hierro, de China Miéville. Yo, al contrario que RinzeWind, creo que este libro supera a los dos anteriores ambientados en Bas-Lag. Al menos, yo he disfrutado como un enano, ya que la novela tiene mucho más de aventura y acción (más incluso que La Cicatriz), que de las pajas mentales pseudocientíficas con que nos deleitó en La Estación de la Calle Perdido.
La novela vuelve (bien!) a ambientarse en la distópica y asfixiante ciudad-estado de Nueva Crobuzón. 30 años después de los sucesos narrados en La Estación de la Calle Perdido, la ciudad se ha convertido en un caos social, con numerosos grupos antisistema compitiendo entre sí por imponer una revolución obrera (el Colectivo) a los intereses corporativistas de la oligarquía que controla el Parlamento, el cual contraataca con la Milicia, que ha pasado de ser una suerte de policía secreta, a ser un cuerpo totalmente militarizado.
La primera parte del libro lleva trenzadas dos historias: la de Ori, un renegado que busca su lugar entre los grupos disidentes, desde las publicaciones sediciosas hasta las células terroristas; y la del grupo de Cutter y Judah Low, en su búsqueda a través de todo el continente de Rohagi, del mítico Consejo de Hierro.
La segunda parte, narrada en un confuso tiempo presente, narra la revuelta obrera que desencadenó años atrás la formación del Consejo, y la huida e independencia de la pseudo-ciudad anarquista conocida como el Tren Perpetuo (un concepto, a mi juicio, tan original como improbable).
La novela termina con una desenfrenada colisión entre las dos líneas: el Consejo de Hierro recorriendo en sentido inverso su trayecto, para acudir en ayuda del Colectivo de Nueva Crobuzón, y la súbita intervención de Low en su poético final.
En resumen, un libro estupendo, una nueva muestra de la retorcida y envolvente prosa de Miéville, y un ejercicio de imaginación desbordante. Muy recomendable, incluso para los que salieron apabullados de la lectura de
La Estación de la Calle Perdido.