30 enero 2007

Semana 28

Semana 28; eso quiere decir que ya llevamos más de dos tercios de embarazo. También quiere decir que Sandra (sí, ya hemos elegido nombre y es inapelable) debe de pesar en torno a 1 Kg. Con este tamaño, ya no sale en las fotos, por lo que el ecografista tiene que írnosla mostrando por partes, lo cual hace que para los que que no somos expertos en descrifrar ecografías, cada visita al ginecólogo suponga un desafío a los conceptos de percepción espacial que tenemos asimilados.
Por ejemplo, el otro día nos vimos en una de éstas; el médico iba moviendo el ecógrafo con una precisión inusitada mientras demostraba tener infravisión o algo semejante: mirad, ésta es la cabeza; esto otro es el corazón, ¿véis cómo late? Esta cosa oscura es el estómago y estas cosas borrosas los riñones. No sé por qué habrá pensado este hombre que yo pueda tener el más mínimo interés en verle los riñones a nadie, la verdad.
El caso es que, en un alarde de ingenio, el ginecólogo decidió inmortalizar una de las partes del cuerpo de Sandra, para que nos la lleváramos de recuerdo. Ésta es la foto:


¿Cómo? ¿Que no se ve una mierda? ¿Pero cómo que no?

Aysss, si es que os falta entrenamiento, tenéis que tener más hijos. Bueno, pues ahí va un retoque con Photoshop:

Ah, ahora sí, ¿verdad?

En fin, pues ésta es la foto que nos hemos traído de recuerdo esta vez... yo hubiera preferido una del perfil de la cara o algo así, pero no se le debió ocurrir al médico: mejor un pie, ¡dónde va a parar!

16 enero 2007

OP

Tal y como estaba previsto, el pasado domingo a las 12 de la mañana fui investido una vez más presidente de mi comunidad de vecinos. Cierto es que en un edificio pequeño como el nuestro, el trabajo es poca cosa (pasar los recibos, pelearse con el seguro para que arreglen alguna chapuza); pero mucho me temo que me pasará como en mi anterior legislatura, que en lugar de un año duró tres: el que me tocaba, el siguiente que no quiso hacer la vecina del bajo porque estaba mu mayor (así que ahora con más motivo), y el siguiente que no nos atrevimos a ponernos en manos de nuestros vecinos chinos (de hecho dudamos que conozcan el concepto "Comunidad de Vecinos" y dudamos más aún de nuestra capacidad lingüística para explicárselo).
Por otra parte, mi lista de logros de este año ya está que hecha humo para los pocos días que llevamos... nada más volver de las vacaciones, me encontré con un correo de una conocida de un proyecto europeo que, con un gran sentido del humor (y cierta mala follá), me había elegido como revisor técnico para un artículo enviado a una revista científica en la que ella participa como editora ocasional. Un bonito marrón consistente en leerme un artículo de 40 páginas sobre un tema del que soy presuntamente experto (?), comprobar su coherencia, verificar y contrastar la bibliografía, y dar por válidas (o al menos aceptables) las conclusiones. Todo esto, por supuesto, durante mi jornada laboral y/o mi tiempo libre, y con un electrónico Thanks como recompensa. ¿Quién se negaría?

11 enero 2007

Eh, que yo también me apunto!

No faltaba más:
Sobre todo ahora que va a quedar bien a la vista quiénes son los verdaderos demócratas. Desde luego, ninguno de éstos:

08 enero 2007

La primera frikez del año

Bueno, pues parece que finalmente se han acabado las fiestas hiperconsumistas, y ya estamos de vuelta al andamio. El balance ha sido razonablemente positivo, y eso que ayer me pasé la tarde entera colocando las mil o dos mil pegatinas multicolores del Castillo de la Princesa Arcoiris, que algún rey mago irredento le ha traído a mi hija.
Con todo, el suceso más decididamente freak de las vacaciones fue el día de Nochevieja a eso de las 2 de la tarde. Estábamos comiendo tranquilamente cuando alguien llamó al timbre. Por la mirilla no pude ver nada porque la escalera estaba a oscuras, así que abrí la puerta un poco mosqueado por lo que me pudiera encontrar: vendedores de biblias, comerciales de empresas de telefonía, gente a la que conviene evitar, vaya. Pero no, era mi vecina del cuarto que, amparándose en la oscuridad y en mi sorpresa, aprovechó para ponerme una bolsa en las manos al tiempo que decía "Felí Navidá, felí Navidá".

Mi vecina es un mujer china de (aparentemente) cuarenta y tantos, y vive con un número indeterminado de compatriotas (supongo que un número de cardinal numerable, en cualquier caso) en el mismo espacio en el que nosotros vivimos 3 (y próximamente 4). Lo más curioso es que en los 4 años que lleva esta mujer viviendo en mi edificio, jamás había dado muestras de querer establecer relación alguna con ningún vecino. Creo que la única otra vez que había llamado a mi puerta fue para pagarme el dinero de la comunidad cuando fui presidente (por cierto, que me toca otra vez en breve... AGHHHHHHHHHHHH!).
El caso es que intenté librarme del bulto, pero la vecina se las apañó para bajar las escaleras sibilinamente mientras repetía lo de "Felí Navidá", así que no me quedó otra que darle las gracias y echarle un vistazo a lo que me había regalado.
Pues aquí lo tenéis, que no tiene desperdicio:


Contenido de la bolsa de ultramarinos que me dio:

  • Un paquete de turrón del duro marca Alipende
  • Un paquete de turrón de nata-nuez, Alipende también
  • Una caja de surtido Cuétara
  • Una botella de Codorníu
  • Una botella de licor de canela Xin Xi
  • Dos latas de Red-Bull
  • Un llavero de plástico con una movida dentro flotando, envuelto en celofán y con un lazo
  • Un cuadro de Jesucristo, holográfico o, al menos, estroboscópico
No sé si os podéis imaginar la cara de haba que se nos quedó mientras sacábamos el material, pero os garantizo que fue un poema. Ahora, que tengo que agradecerle a mi vecina todos los hilarantes ratos que hemos pasado estos días a costa del regalito. Y, por qué no, agradecerle el haber tenido finalmente una cesta de Navidad este año, porque si tengo que contar con la del curro estoy apañado.
Pero no creáis que es que le caigo bien o alguna otra cosa rara, la buena mujer le ha regalado una bolsa igualita a cada vecino. Somos pocos, por suerte para su bolsillo, pero no deja de ser un detalle que al resto no se nos ha pasado nunca por la cabeza: nos limitamos a felicitarnos las fiestas o el año y en paz.
Lo cierto es que no es a primera vez que nuestros vecinos chinos me dan tema de conversación. Recuerdo una vez que llamó al telefonillo un taxista a eso de las 4 de la mañana de un martes, preguntándome que si aquí vivían unos chinos, que habían subido a buscar dinero a casa y no le habían pagado la carrera. Le dije que no, que era en el cuarto y el hombre se puso a llamar como loco sin respuesta. Al final, atascó el botón con un palillo para no dejar dormir a los chinos y se largó sin su dinero. Poco después bajaron dos chinas en bata con un cuchillo a intentar desatascar el botón... un show.
Otra muy buena ocurrió cuando se instalaron en el edificio: habían abierto la llave de desagüe del circuito de calefacción y el goteo molestaba a la vecina del bajo, porque en su casa hace un codo la tubería y el agua golpea con fuerza. Como yo era presidente por aquel entonces, subí a echar un ojo y cerré la llave. Pero no se me ocurrió que no era posible que el circuito estuviera constantemente desaguando (sin vaciarse del todo), a menos que estuviera abierta la llave de entrada a la caldera. En efecto, diez minutos después saltó la válvula de seguridad de la caldera de los chinos (que, por suerte, está en la terraza), y comenzó a caer un chorro de agua tremendo desde el cuarto piso hasta la calle. Menos mal que me di cuenta rápido porque de esa venían los bomberos fijo.

Así que, como veis, no me aburro en casa con estos vecinos tan chanantes.