20 julio 2007

Tres de Pratchett (y 4)

Sí, ya sé que dije que tres eran tres lo libros del Mundodisco que me había leído este año, pero al terminar Tiempos interesantes me fue imposible dejar a Rincewind solo y desamparado en mitad del continente EquisEquisEquisEquis, y tuve que releerme El país del fin del mundo.
Como dije el otro día, El país del fin del mundo (pavorosa traducción de The last continent) fue editado por Plaza y Janés hace 4 años en el momento en que hubieran debido publicar Eric, mientras que su lugar correcto (cronológicamente después de Tiempos interesantes) hubiera sido después de la publicación de Jingo (prevista para este verano y que, según parece, han decidido traducirla, aún más pavorosamente, por ¡Voto a Bríos!, con dos cojones).
La verdad, después de Tiempos interesantes, El país del fin del mundo se me ha hecho un pelín aburrida: Rincewind sigue en su línea de salvar el
pellejo (y de paso el planeta) por pura casualidad; y el Equipaje (que ahora nos enteramos de que había abandonado a su recién creada familia en el Imperio Ágata) siembra el caos mientras trata de encontrar a su amo. Afortunadamente, las desventuras del cuadro académico de la Universidad Invisible suplen la ausencia de la Horda de Plata: las conversaciones filosóficas entre Ridcully y Stibbons son, simplemente, deliciosas, mientras que el espectáculo del resto de magos (en especial el Prefecto Mayor) babeando alrededor de la señora Panadizo se puede considerar antológico.
Por lo demás, los típicos horrores en la traducción a que nos tiene acostumbrados P&J... desde llamar "EcksEcksEcksEcks" al continente hasta cambiarle el nombre a la máquina pensante de Ponder Stibbons ("Maleficio" en vez de Hex). La verdad es que no sé qué pinto todavía no leyendo los originales en inglés...

Bueno, ahí va una selección de citas que me han gustado, ¡que las disfrutéis!

¿Quién querría ir a Hogwarts pudiendo asistir a la Universidad Invisible?

Ponder sabía que nunca hubiese debido permitir que Ridcully examinara los escritos invisibles. Después de todo, no dejar que tu jefe sepa qué demonios haces durante todo el día siempre ha sido, es y será un principio básico de las relaciones laborales.
Pero sean cuales sean las precauciones que adoptes, tarde o temprano el jefe acaba husmeando por ahí y empieza a soltar indirectas como "Así que aquí es donde trabajas, ¿eh?", "Juraría que os había enviado una nota de régimen interno sobre el traerse plantas de casa" y "¿Cómo se llama esa cosa que tiene un teclado?"

Eran las tres de la madrugada. Ridcully siempre había sido capaz de prescindir de las horas de sueño de los demás.

La Universidad Invisible era mucho más grande por dentro que por fuera. Miles de años como la más eminente institución de la magia práctica en un mundo donde, en cualquier caso, las dimensiones ya eran básicamente una cuestión de azar, la habían agrandado considerablemente en sitios donde no habría debido tener sitios. Había salas que contenían salas que si entrabas en ellas, resultaban contener la sala de la que habías salido en primer lugar, lo cual puede llegar a ser un auténtico problema a la hora de formar una fila para bailar la conga.

Ridcully señaló un pequeño artefacto de madera colocado junto a la puerta. Había uno delante del estudio de cada mago. Consistían en pequeños paneles correderos, rodeados por un marco. En ese momento mostraba la palabra PRESENTE y, presumiblemente, ocultaba la palabra AUSENTE, aunque con ciertos magos nunca había manera de saber si estaban en casa o habían salido.
El catedrático de Incertidumbre Creativa, por ejemplo, sostenía que se hallaba en un estado simultáneo de presencia y ausencia hasta el momento en que alguien llamaba a su puerta y colapsaba el campo, y afirmaba que era imposible mostrarse categórico al respecto antes de que se hubiera producido tal acontecimiento. La lógica es maravillosa, pero a veces obtienes mejores resultados pensando.

(...) Si consiguiera recordar cómo se determina la hora mirando al sol...
Yo esperaría un rato antes de intentarlo -dijo el prefecto mayor mientras entrecerraba los ojos haciéndose visera con la mano. Ahora brilla tanto que no hay forma de ver los números.

—Técnicamente, no hay ni una sola constelación familiar —dijo Estudios Indefinidos con un tembloroso hilo de voz—. Hemos contado tres mil ciento noventa y nueve constelaciones que podrían llamarse el Triángulo, por ejemplo, pero el decano dice que algunas de ellas no cuentan porque usan las mismas estrellas...

—Aun así, no puedo evitar pensar que... que quizá hayamos alterado el pasado, archicanciller —dijo el prefecto mayor.
—No veo cómo —dijo Ridcully—. Después de todo, el pasado ocurrió antes de que llegáramos aquí.
—Sí, pero ahora estamos aquí y lo hemos alterado.
—Entonces lo alteramos antes.
A todos les pareció que eso resumía con bastante claridad la situación. El viaje temporal tiende a provocar confusiones ridículas en el manejo de los tiempos verbales, pero un ego lo bastante grande casi siempre acaba encontrando alguna salida.


— Siempre he pensado que el sexo es una forma muy poco elegante de asegurar la continuidad de la especie — dijo Estudios Indefinidos cuando estaban llegando a la playa —. Estoy seguro de que podría haber algo mejor. Si quieren saber mi opinión, es muy... anticuado. Y toda esa agitación, todo ese terrible gasto de energías... No, no.
— Bueno, básicamente estoy de acuerdo con usted, pero ¿qué sugiere que utilicemos en vez del sexo? — preguntó Ridcully.
— El bridge — contestó Estudios Indefinidos.
— ¿De veras? ¿El bridge?
— ¿Se refiere a ese juego en el que se reparten cartas? — preguntó el decano.
— No veo por qué no. Puede llegar a ser muy emocionante, fomenta las relaciones sociales y no requiere ningún equipo especial.
— Pero hacen falta cuatro personas — observó Ridcully.
— Ah, sí. No había pensado en eso. Sí, supongo que quizá habría problemas. Bien, en ese caso... ¿Qué me dicen del croquet? Sólo se necesitan dos personas para jugar. De hecho, he disfrutado de muchas partiditas encantadoras en las que yo era el único jugador.
Ridcully permitió que un poco más de espacio se interpusiera entre su cuerpo y el de Estudios Indefinidos.
— Sigo sin ver cómo podría utilizarse con vistas a la procreación — dijo —. ¿Con fines recreativos? Sí, por supuesto. Pero la procreación... No, para eso no. Quiero decir que... bueno, ¿cómo funcionaría exactamente?
— El dios es él, ¿no? — resopló Estudios Indefinidos —. Se supone que es él quien tiene que ocuparse de los detalles, ¿verdad?
— Ya, pero... pensemos en las mujeres. ¿Realmente creen que una mujer decide pasar toda su vida al lado de un hombre meramente porque dicho hombre es capaz de levantar un mazo enorme que pesa un montón de kilos? —preguntó el decano.
—Bueno, pensándolo bien supongo que eso no es más ridículo que... —empezó Ridcully, pero se interrumpió de repente—. Creo que deberíamos cambiar de tema —se apresuró a añadir unos momentos después.
—La semana pasada estuve jugando al croquet con él —le siseó el decano a Ridcully mientras Estudios Indefinidos se alejaba—. ¡Y ahora no podré volver a dormir hasta que no me haya dado un buen baño!
—Cuando volvamos le confiscaremos todos los mazos de croquet y los guardaremos bajo llave —murmuró Ridcully.
—¿Sabía que su habitación está llena de libros sobre croquet? ¡Y algunos tienen ilustraciones en color!
—¿De qué?
—De jugadas famosas —respondió el decano—. Sí, creo que deberíamos confiscarle el mazo.
—Buena idea, decano —dijo Ridcully—. Estaba a punto de sugerirlo, créame.

En un lejano pasado, el plural de la palabra «mago» había sido «guerra».
Pero el ambicioso e ingenioso propósito de la Universidad Invisible era servir de peso en el brazo de la magia, haciendo que éste se moviera con la solemne majestad del péndulo en vez de girar con la mortífera decisión de una maza erizada de pinchos. En vez de lanzarse bolas de fuego desde lo alto de torres fortificadas, los magos aprendieron a lanzar maliciosas indirectas a sus colegas mientras les acusaban de no saber interpretar las actas de la reunión del cuadro académico, y ya habían superado el asombro inicial que sintieron al descubrir que lanzar indirectas resultaba tan malévolamente divertido como lanzar bolas de fuego. Consumían cenas descomunales y, después de una cena realmente buena y un buen puro, incluso el Señor Oscuro más feroz se siente inclinado a poner los pies encima de la mesa y ver el mundo con mejores ojos, especialmente si el mundo le está ofreciendo otra copa de coñac. Y así, lentamente, los magos fueron adquiriendo y asimilando el más importante de todos los poderes mágicos: el que te convence de que debes dejar de utilizar todos los demás.

—¿Qué? —exclamó el prefecto mayor—. ¿Me estás diciendo que antes de solicitar un puesto en una universidad debes tomar en consideración la posibilidad de que acabes siendo devorado por los tiburones en la costa de un continente misterioso miles de años antes de haber nacido?
—Bueno, tanto como eso... Lo que sí sé es que cuando la entrevistamos para el puesto no hizo muchas preguntas.


El tesorero ingresó en la Universidad cuando los aspirantes a magos iniciaban su aprendizaje muy pronto, poco después del momento en que habían aprendido a andar pero antes de que empezaran a pelearse por las chicas en el parque de juegos. Copiar un montón de veces la misma línea en el aula disciplinaria era uno de los castigos más habituales y el tesorero, como todos los demás, hizo algunos experimentos con el concepto de atar varias plumas a una regla en un intento de escribir las líneas de tres en tres. Pero Houser, un chico reservado y pensativo, cogió unos trozos de madera, despojó a un colchón de sus muelles y acabó creando una máquina capaz de escribir primero cuatro, luego dieciséis y, finalmente, treinta y dos líneas. La máquina había llegado a ser tan popular que los chicos infringían deliberadamente las reglas para tener acceso a ella, a tres centavos la sesión de uso y un real para ayudar a tensar los muelles. Preparar la máquina requería más tiempo del que nunca llegó a ser ahorrado utilizándola, naturalmente, pero eso suele ocurrir en muchos campos similares y es un signo del progreso. Los experimentos tuvieron un final trágico cuando alguien abrió una puerta en el momento equivocado y la repentina liberación de la tensión acumulada en el prototipo experimental de máquina de 256 líneas hizo que su creador saliera despedido por una ventana del cuarto piso.

Sí, estoy seguro de que podemos aprender muchas cosas los unos de los otros, archicanciller. Más ustedes de nosotros que nosotros de ustedes, por supuesto. Quizá deberíamos organizar un programa de intercambio de estudiantes o algo por el estilo...
—Buena idea.
—Puede quedarse con seis de los míos a cambio de una segadora de césped en buen estado. La nuestra se ha averiado.
El pobre Stibbons, desbordado por las sólidas mentes de los magos:
Siempre pensé que los viejos fósiles tenían muchas cosas que enseñarnos dijo Ponder . Quizá estaba equivocado añadió con expresión sombría.
Bueno, pues yo nunca he creído todas esas tonterías de animales muertos que se convierten en piedra -dijo Runas Recientes. Va contra todas las enseñanzas de la razón. ¿Qué cuernos sacan de volverse de piedra?
¿Y entonces cómo explica la existencia de los fósiles? preguntó Ponder.
Ah, pero es que no la explico -dijo Runas Recientes con una sonrisa triunfal. Al final las explicaciones siempre acaban metiéndote en líos. Las salchichas sin piel no se deshacen, ¿verdad? Bien, ¿y cómo explica usted eso, señor Stibbons?
¿Eh? Pues yo... ¿Cómo diablos quiere que lo sepa?
Oh, claro. No lo sabe, pero se considera cualificado para saber cómo fue organizado todo el universo, ¿verdad?

—Para emplear la metáfora clásica, lo importante es no matar a tu abuelo —dijo,
—¿Y por qué demonios iba yo a querer matar a mi abuelo? —preguntó Ridcully—. Siempre quise mucho al viejo, ¿sabe?
—Por supuesto, por supuesto. Accidentalmente, ¿comprende? —dijo Ponder—, Pero en cualquier caso...
—¿Sí? Bien, como ya sabe cada día mato accidentalmente a varias personas —dijo Ridcully—. Y de todas maneras, no veo a mi abuelo por aquí.
—Sólo era un ejemplo ilustrativo, señor. El problema estriba en la causa y el efecto, y lo que no está claro es...
—Lo que está muy claro, señor Stibbons, es que de repente parece estar convencido de que cuando alguien retrocede en el tiempo se ve atacado por una especie de manía fratricida. Si me encontrara con mí abuelo, le invitaría a tomar una copa y le diría que no debería estar tan seguro de que las serpientes no te morderán si las asustas, una información que quizá me agradecería más avanzada su vida.
—¿Por qué? —preguntó Ponder. —Porque así su vida habría podido avanzar un poco más de lo que llegó a avanzar.
—¡No, señor, no! ¡Eso sería peor que disparar contra su abuelo!
—¿De veras?
—¡Sí, señor!
—Me parece que su razonamiento contiene un par de pasos a los que quizá no ha prestado la debida atención, señor Stibbons —dijo el archicanciller con voz gélida—. Supongo que no tendrá intención de matar a su abuelo, ¿verdad?
—¡Por supuesto que no! —replicó secamente Ponder—. Ni siquiera sé qué aspecto tenía. Murió antes de que yo naciera.
—¡Aja!
—Pero yo no le...
—Oigan, estamos mucho más atrás en el tiempo que todo eso —dijo el decano—. Stibbons ha dicho millares de años, ¿verdad? Todos nuestros abuelos no existen.
—Ah, en ese caso el abuelo del señor Stibbons se ha librado por los pelos —dijo Ridcully.
Los clásicos del Mundodisco:
¿Pan de los enanos? preguntó Rincewind.
¡Justo en el blanco! Gracias a él pudimos atravesar millares de kilómetros de océano infestado de tiburones. Si no hubiera sido por ese saco lleno de pan de los enanos, nunca...
¿Habríais podido partirle el cráneo a los tiburones?
Ah, ya veo que entiendes de panes.

Rincewind estaba seguro de que no podías cruzar un humano con una oveja. Si eso fuera factible, a estas alturas los seres humanos —en particular los habitantes de los distritos rurales más aislados— ya habrían encontrado alguna forma de hacerlo.

Ponder había sido esa clase de niño. Todavía conservaba todas las piezas de cada uno de los juegos que le habían regalado a lo largo de su infancia. Ponder había sido la clase de niño que lee atentamente la etiqueta de cada envoltorio antes de abrir el regalo, anota en una libretita quién se lo ha regalado y, además, ya tiene escritas todas las cartas de agradecimiento para la hora del té. Sus padres, impresionados, comprendieron que habían traído al mundo un niño que haría grandes cosas o sería perseguido y linchado por una multitud de ciudadanos indignados antes de haber cumplido los diez años.

Aun así, una de las reglas básicas de la supervivencia en cualquier planeta es no buscarle las cosquillas a ningún ser vestido de cuero negro.
Y ésa es la razón por la que los manifestantes que se oponen a que los seres humanos se cubran con pieles de animales nunca han embadurnado con pintura a ningún Ángel del Infierno.
La vida en EquisEquisEquisEquis:
¿Aquí nunca llueve?
¡Por supuesto que no!
Pues en el sitio del que vengo ocurre con bastante frecuencia dijo Rincewind.
¿Sí? ¿Y cómo se las arregla para subir hasta el cielo? Porque el agua pesa bastante, ¿sabes?
Oh. Pues... pues... creo que el sol la aspira. O algo así.
¿Cómo?
No lo sé. Sencillamente ocurre.
¿Y luego cae del cielo?
¡Sí!
¿Gratis? ¿No hay que pagar?
¿Es que nunca has visto llover?
Oye, todo el mundo sabe que el agua está debajo del suelo. Es de puro sentido común, ¿no? El agua pesa, se va filtrando por el suelo y acaba acumulándose en las profundidades. Nunca la he visto flotar por los aires, compañero.
Bueno, ¿y cómo crees que llegó a acumularse en el suelo?
Loco puso cara de asombro.
¿Y qué pasa con las montañas? ¿Te importaría explicarme de dónde han salido las montañas? preguntó después.
¿Qué quieres decir? ¡Las montañas están ahí y punto!
Así que no caen del cielo, ¿eh?
¡Por supuesto que no! ¡Las montañas pesan mucho más que el aire!
¿Y el agua no? Tengo un par de barriles llenos debajo de la carreta, y si los levantas sudarías lo tuyo.

Y allí delante había un edificio. O por lo menos… Bueno, tenía que ser un edificio. Nadie podía haberse dejado abierta una caja de pañuelos de papel tan enorme.
(...)
Rincewind subió por la escalera saltando los peldaños de dos en dos e inició una rápida circunvalación del extraño edificio blanco. Al parecer era una especie de sala de música. Ópera, a juzgar por los sonidos, aunque no parecía el tipo de sitio donde se canta ópera: nadie habría podido imaginarse a un montón de señoras con cuernos en un edificio que parecía estar a punto de zarpar(...)

—Siempre metemos en la cárcel a nuestros políticos en cuanto acaban de ser elegidos. ¿Vosotros no?
—¿Porqué?
—Ahorra tiempo.
Éste es mi Rincewind:
—Escucha, rata gigante saltarina, he conseguido llegar hasta los muelles, ¿no? ¡Puedo correr más que ellos! ¡Puedo despistarlos! Soy capaz de subir a un barco en calidad de polizón, vomitar, ser descubierto y arrojado por la borda, mantenerme a flote durante dos días agarrándome a un barril viejo mientras me alimento de plancton (usando la barba como cedazo, ojo), atravesar cautelosamente los traicioneros arrecifes de coral que rodean a un atolón y sobrevivir en él comiendo ñames.

—He oído decir que te marchas —dijo Bill Rincewind—. ¿Quieres quedarte aquí? He hablado con tu decano, y te ha proporcionado unas referencias condenadamente buenas.
—¿De veras? ¿Qué dijo exactamente?
—Dijo que si conseguía que llegaras a hacer alguna clase de trabajo podría considerarme afortunado.
Pratchett: la referencia filosófica del siglo XXI:
Las constelaciones de Mundodisco cambiaban a medida que el mundo se iba desplazando a través del vacío, lo cual significaba que allí la astrología lideraba la vanguardia de la investigación en vez de, como ocurría en otros sitios, ser una astuta forma de evitar tener que buscar trabajo. El que las peculiaridades y asuntos humanos pudieran ser guiados de manera tan fiable y continuada por una sucesión de grandes bolas de plasma, la mayoría de las cuales jamás había oído hablar de la humanidad y además se encontraban a miles de millones de kilómetros de distancia de ella, era tan asombroso como inexplicable.

—Dicen que antes de morir ves cómo toda tu vida pasa por delante de tus ojos. ¿Es verdad?
—SÍ.
—Da miedo pensarlo. —Rincewind se estremeció—. Oh, dioses, y lo que estoy pensando ahora todavía es más aterrador. ¿Y si estoy a punto de morir y esto es mí vida entera pasando por delante de mis ojos?
—ME PARECE QUE NO LO ENTIENDES. LAS VIDAS DE LAS PERSONAS PASAN POR DELANTE DE SUS OJOS ANTES DE QUE MUERAN, Y EL PROCESO SE LLAMA «VIVIR». ¿TE APETECE UN CAMARÓN?

La capacidad para formular preguntas como «¿Dónde estoy y quién cuernos está haciendo esta pregunta?» es una de las cosas que distinguen a la humanidad de, por ejemplo, las sepias. Aunque naturalmente no es la más obvia y, de hecho, existen ciertas engañosas similitudes, particularmente la tendencia a tratar de esconderse detrás de una gran nube de tinta.

1 comentarios:

Pipilota dijo...

Hay veces que leyendo a Prachett me acuerdo de Los Monty Python. Un ejemplo en estos extractos que has puesto es el dilema sobre la lluvia... pero en ¡Guardias!¿guardias? cuando al principio, el Hermano Dedos, vaga bajo la tormenta buscando a Los Hermanos Esclarecidos de la Noche de Ébano... entre los nombres de las hermandades y las contraseñas no pude dejar ni por un momento de asociar lo que leía con La vida de Brian.
Véase el caso si se quiere:
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La figura dio una serie de golpecitos a un complicado ritmo en la madera oscura. Se abrió una pequeña mirilla protegida por barrotes, y un ojo suspicaz escudriñó el exterior.
—El búho sensato ulula a medianoche —dijo el visitante, tratando de sacudirse la lluvia de la capa.
—Pero muchos señores grises contemplan con tristeza a los hombres sin amo —entonó la voz al otro lado de la rejilla.
—Hurra, hurra por la hija de la hermana de la soltera —replicó la figura empapada.
—Para el verdugo, todos tenemos la misma altura.
—Sí, sin duda la rosa está dentro de la espina.
—La buena madre prepara sopa de verduras para su hijo descarriado —siguió la voz tras la puerta.
Hubo una pausa durante la cual sólo se oyó el sonido de la lluvia.
—¿Qué? —preguntó al final el recién llegado.
—La buena madre prepara sopa de verduras para su hijo descarriado.
Otra pausa, esta vez más larga.
—¿Estás seguro de que la torre mal construida no tiembla al paso de la mariposa? —insistió la figura empapada.
—Qué va. Es la sopa de verduras. Lo siento. La lluvia seguía cayendo despiadada sobre el embarazoso silencio.
—¿Y la ballena enjaulada? —preguntó el empapado visitante, tratando de arrebujarse en el escaso refugio que ofrecía el temible portal.
—¿Qué le pasa?
—Que no sabe nada sobre las grandes profundidades, para que te enteres.
—Ah, la ballena enjaulada. Tú a los que buscas es , los Hermanos Esclarecidos de la Noche Ébano. Es tres puertas más abajo.
—¿Y quiénes sois vosotros?
—Somos los Iluminados y Antiquísimos Hermanos de Ee.
—Creía que os reuníais en la calle Melaza —señalo el hombre empapado.
—Sí, bueno, pero ya sabes cómo van estas cosas. Los del taller de marroquinería usan la sala los martes, y nos hicimos un lío.
—Ah. Bueno, pues gracias.
—No hay de qué.
La puertecita de la mirilla se cerró.