14 abril 2011

La República para niños

Tengo dos hijas, la mayor, de 7 años, una edad a la que, como a muchas otras niñas, aún no se le ha pasado la ñoñería de las princesitas Disney. Qué se le va a hacer, hay cosas peores.
Pero claro, la cosa se pone tensa el día en que dice:
— Papá, ¡yo quiero ser princesa!
— ¿Ah sí?
— Sí, ¡y así tú serías el rey!
— Pero es que yo no quiero ser rey.
— ¿Y por qué no?
— Pues porque no me gusta que haya reyes.
— ¡¡¡¿¿¿Quééééééééééééé???!!!
En buen jardín me he metido... ¿nos metemos hasta el fondo? ¡Vamos allá!
— Mira, a mí en realidad lo que me gustaría que hubiera es una República.
— ¿Y que es una República?
— Una República es cuando en un país, en vez de tener un rey que les mande, eligen a quién quiere que les gobierne —digo, mientras recuerdo a un profesor de EGB que nos repetía "las cosas no se definen diciendo 'es cuando'", sin demasiado éxito.
— Entonces, ¿es como si eligieran al rey?
— Sí, algo así.
— Y entonces, ¿qué diferencia hay con un rey de verdad?
— Pues que a esa persona, que se llama Presidente, la habríamos elegido entre todos, y no sería alguien que mandara porque le diera la gana.
No viéndola muy convencida, contraataco:
— Mira, ¿qué pasaría si el rey hiciera alguna cosa mala? Por ejemplo, que robe.
— Pues ¡que le meterían en la cárcel!
— No, no le meterían, porque, como es el rey, aunque cometa delitos, estaría protegido y no se le podría encarcelar. Sin embargo, a un Presidente de la República, si comete un delito, sí podría ir a la cárcel.
— Ah...
¿La habré convencido? Sigamos:
— O imagínate que, aunque entre todos le paguemos un sueldo, él se gaste más dinero del que le corresponde sin dar explicaciones.
— ¡Pues no le paguéis!
— No podemos no pagarle, porque es obligatorio. Sin embargo, a un Presidente de la República, si no hace bien su trabajo, se le puede cambiar por otro que lo haga mejor.
— Ya...
Casi, casi:
— O piensa que si un Presidente de la República tiene hijos, serán niños normales, como tú. Pero los hijos del rey, como son príncipes, son especiales: viven en un palacio o se construyen uno nuevo, nadie se puede meter con ellos, también pueden cometer delitos y, al final, uno de ellos acabará siendo rey.
— ¡O reina!
— No, rey, porque a las chicas no las dejan ser reinas, a menos que se casen con alguien que ya sea rey.
— ¡Jopé! ¡Pues vaya caca!
— Pues así son las cosas.
— ¿Y cómo se hace para cambiar al rey por una República de esas?
— Pues hombre, es difícil, pero si entre todos los que vivimos en este país nos ponemos de acuerdo y lo pedimos con muchas, muchas ganas, lo podríamos conseguir.
— ¿De verdad?
— Sí, mira, precisamente hace 80 años, tus tatarabuelos consiguieron echar al rey que había y tuvieron una República.

— Anda, ¡qué morro! ¿Y por qué ya no la hay?
— Bueno, esa es una historia muy larga, pero te puedo decir que había unos señores a los que no les gustaba cómo funcionaba esa República y, en vez de elegir a un Presidente que hiciera las cosas de otra manera, decidieron montar una guerra y matar a todos los que no pensaban como ellos. Luego pusieron a un señor muy malo de jefe y cuando se murió, muchos años después, volvieron a poner a un rey.
— ¡Qué mal! No me gustan las guerras.
— Ni a mí.
— ...
Bueno, ha sido fácil, parece que hasta una niña de 7 años ha entendido por qué es mejor una República que una monarquía.
— Qué, ¿todavía quieres seguir siendo princesa?
— ¡PUES CLARO QUE SÍ!

¡Ouch!

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¡SALUD, REPÚBLICA Y A POR LA TERCERA!