09 marzo 2009

Camino, de Fesser

Ayer cometí el error de ver Camino después de la cena. Pero no lo digo porque la película me pareciera mala (al contrario) o porque me acabara acostando a las mil (hoy es lunes, recuerdo); lo digo porque consiguió sacarme de mis casillas tanto como para haberme tenido media noche dándole vueltas.

La verdad, solo recuerdo una película recientemente que me haya tenido tan nervioso durante todo el metraje: en United-93 me desquiciaban las ganas de gritarles a los protagonistas que reaccionaran de una puta vez. En Camino, la situación es aún más angustiosa, dado que no hay ningún personaje capaz de reaccionar.
Javier Fesser nos pinta un estrato de la sociedad inquietantemente cercano al que nos rodea. Tan cercano que no podemos evitar preguntarnos si alguno de los muchos católicos que conocemos podría alcanzar cotas tan vergonzantes de fanatismo. Y la respuesta es que tal vez.
Reconozco que sé poco acerca del Opus Dei, de su estructura y funcionamiento. De entrada, la típica imagen estereotipada de cuando se menosprecia a alguien diciendo "este es del Opus", unida a alguna leyenda urbana de mis tiempos de estudiante (tal profesora es numeraria) y a alguna reseña leída en algún periódico. De hecho, ni siquiera he leído la entrada en la Wikipedia; pero es que, sinceramente, no quiero conocer más de esa gente, tan solo mantenerlos tan alejados de mí y de mi familia como sea posible. No sé, tal vez me haya afectado más por ser padre y tener dos hijas... solo pensar que alguna de ellas pudiera verse envuelta en tal ponzoña de fanatismo me pone los pelos de punta.
Dicen que la jerarquía del Opus y algún sector radical católico cercano ha protestado por la difusión de la película. La verdad, no me sorprende, porque los sitúa a la misma altura que a otra secta cualquiera, donde deben estar. Pero Fesser no se conforma con mostrar las miserias y mezquindades de estos integristas, el machismo y sometimiento de la mujer, la anulación de la voluntad social de los miembros, la vomitiva anteposición de su tóxica fe a sus seres queridos, la maniquea doctrina o la perversa y constante manipulación de las personas. Además, Fesser nos muestra el esperpento, la ceguera de los opusitas ante la realidad que tienen delante, guiada por su vil ideología, la repugnante cobardía de una madre egoísta jaleada por unos no menos repugnantes sacerdotes hipócritas y ávidos de hacer apología de su sinsentido.
Pero, por encima de todo, y aquí es donde me quito el sombrero ante él, Fesser se mofa de un Opus corrupto por sus propias mentiras y su propia estupidez, engañado por las fantasías de una niña que acaba de antrar en la adolescencia como tal vez entramos todos: enamorándose.
Porque Camino es exactamente eso: la historia de una niña que empieza a descubrir que hay vida más allá de la asfixiante presencia de su fanática madre y las tóxicas enseñanzas que le ha inculcado. Es una niña atrapada entre el ansia de conocer y una moral medieval y espesa. Es una niña que le pide a su padre que la libere de semejante losa, pero este, siendo como es un personaje triste y cobarde (y, ¿por qué no? también atrapado), no puede llegar por más que quiera. Es una niña que quiere expresar su enamoramiento antes de que la enfermedad la consuma y los que están a su alrededor, con sus gigantescas anteojeras, no la entienden.
En definitiva, una película triste, penosa, indignante, inhumana, que te hará llorar lágrimas amargas, te hará un nudo en el estómago o te hará desear gritar de rabia, pero seguro que no te dejará indiferente. En mi opinón, 6 Goyas más que merecidos.

03 marzo 2009

Vieja Crobuzón Año IV

Queridos (y escasos) lectores, me alegra anunciaros que hoy comienza el cuarto año de andadura de este humilde y artesanal blog. No me asusta la crisis, porque Crónicas de la Vieja Crobuzón lleva en crisis prácticamente desde que comenzó, tal y como atestiguan los datos:

No merece mucho la pena ponerse a analizar la gráfica buscando patrones o correlaciones: esto cada año que pasa se va más a pique, hasta el punto de que me doy por contento con publicar algo una vez al mes. Y no es que no tenga nada que decir, porque los que me siguen en Twitter saben que estoy todo el día dando el coñazo (hey, más de 1000 twits en un año); es simplemente la pereza de sentarme media horita delante de una anodina pantalla en blanco. Al final acabo escribiendo solo cuando algo me saca de quicio o cuando hay algo que festejar.

Con todo, me resisto a cerrar el blog, porque siempre surge alguna historia que contar que no cabe en 140 caracteres o que quiero que lea alguien más que mis contactos de Feisbuk; así que no me borréis aún de vuestro lector de RSS, que, total, molesto poco y así os lleváis la grata sorpresa cuando actu
alice.
Esta vez no me voy a hacer una propuesta irrealizable como la del año pasado (50 posts... ¡juas!), así que como mucho me guardo en la recámara un lavado de cara al aspecto de la página, que hace tiempo que tengo en mente. Por ir abriendo boca, me decido de una vez por todas a cambiar mi antiguo avatar de Blogger(el desafiante 42 de la Guía del Autoestopista Galáctico), por este otro que utilizo habitualmente en el resto de foros, mensajerías, twitteres y redes sociales varias:Este simpático capoerista (que aunque parezca que se está haciendo tocamientos, en realidad lo que toca es un berimbau) es un recuerdo de mis tiempos no tan lejanos en los que era capaz de hacer el pinopuente. Ah, ¿que no os he contado nunca que he sido capoeirista? Pues mira por donde, ya tengo material para llenar un post.

Pero eso será en algún otro momento de este 4º año. Permaneced en antena.