23 marzo 2008

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Este fin de semana he estado de depre postvacacional. Desde que terminé la carrera no me había vuelto a coger una semana santa de las de 10 días, así que este año, aprovechando unos días de vacaciones que me dejé del año pasado, he estado una semanita en Canarias con mis niñas. Es la segunda vez que voy a las islas y hemos optado por Lanzarote, así que ya sólo me quedan 5 islas por visitar de todo el archipiélago.
Como no creo tener grandes dotes de bloguero, y mucho menos de bloguero de viajes, no veo demasiado sentido glosar aquí las maravillas de Lanzarote. Es más, creo que d
ifícilmente se le podrá hacer justicia a un escenario como ese, que hay que ver y conocer para hacerse una idea. ¿Cómo describir los impresionantes acantilados de Famara? ¿La infinita vista desde el Mirador del Río? ¿El paisaje hendido de cráteres de Timanfaya? ¿El alucinante aspecto de los campos de lava pahoehoe? ¿El asombroso contraste con un malpaís? ¿La vista de Fuerteventura desde los riscos de Papagayo? ¿El rugir del agua en Los Hervideros? ¿La sinuosa bajada al Valle de las Mil Palmeras? Tantas otras cosas... Los que hayan estado allí sabrán de qué hablo; los que no, están tardando en buscar unos días libres y un vuelo barato.
De Lanzarote me traigo muy buenos recuerdos, algunos contenidos en más de trescientas fotos y otros que se quedarán en mi memoria; me traigo algún souvenir inevitable, alguna botella de vino, algún juguete de más; me traigo la impresión de que César Manrique era un auténtico genio... y Sandra se trae dos dientes más de los que tenía cuando llegamos.
Por otra parte, queda comprobado que una persona puede ingerir cantidades industriales de mojo picón durante siete días seguidos sin sufrir efectos visibles. Al menos, a corto plazo.
El único pero que le pondría a la isla es el mayor foco que tiene sobre el turismo noreuropeo frente al nacional. No es que quiera yo poner por las nubes las virtudes del turista español, ni mucho menos, que bastante nos conocemos ya, pero que el 90% de la oferta de ocio esté orientada al visitante anglosajón, te hace sentir un poco desubicado. Creo que en ese sentido, Lanzarote debería forjarse una identidad propia (o afianzarla) y no dar el aspecto de ser una colonia más del Imperio Británico. No sé: turismo rural, gastronómico-enológico, fomento del folklore, algo de eso. Por decirlo de otro modo, entiendo que es el turista el que tiene que acostumbrarse a lo que encuentra en el lugar que visita, y no tiene necesariamente que sentirse literalmente como en casa.
En cualquier caso, un viaje apasionante, relajante y muy, muy recomendable. Para repetir (¡aunque aún me queden cinco islas!)

3 comentarios:

Pipilota dijo...

Normal que tengas depre postvacacional después de esas vacaciones, por eso yo no me voy casi nunca ni a la vuelta de la esquina ;P

Aunque lo mio es la envidia postvacacional de los endemás u_u
Estaría más que dispuesta a pasar por la depre por ver la obra de Cesar Manrique... y todo lo demás.
Algún día, cuando sea mayor, haré una visita a una amiga que se fue allá a vivir.

ÓsQar dijo...

Pues lo dicho, si puedes, no te lo pierdas!

Iván dijo...

He estado cuatro veces en Lanzarote, y te las has arreglado para poner una foto de un sitio por el que no he pasado (Famara). Aparte de que parece una playa fantástica. Si quieres una predicción: volverás.