18 julio 2007

Tres de Pratchett (3)

Si de Eric no pude decir que era la mejor novela de Mundodisco, con Tiempos interesantes estoy muy tentado de hacerlo. Y no tanto por el estupendo papel de Rincewind, en su línea de patoso que sin saberlo salva el mundo, sino por la brutal irrupción en la saga una nueva galería de personajes, capaces de sembrar el caos y provocar hilaridad al mismo tiempo. Me refiero a La Horda de Plata, un grupo de seis bárbaros nonagenarios (Truckle el Descortés, Willie el Chaval, Caleb el Destripador, Hamish el Loco, el Viejo Vincent y el señor Saveloy o Profe) comandados por el famosísimo héroe Cohen el Bárbaro (a quien conocimos en La luz fantástica).
En Tiempos Interesantes volvemos a encontrarnos con Rincewind que, tras haber sido liberado de las Dimensiones Mazmorra por Eric, es reclutado por el archicanciller Ridcully para cumplir una misión en el Imperio Ágata, la versión del Disco del antiguo imperio chino. Nada más llegar, por medios muy poco ortodoxos, se produce el encuentro con La Horda, cuyo objetivo es nada menos que conquistar el Imperio. Para acabar de complicar el asunto, una revolución de corte comunista se está fraguando en las entrañas del Imperio y el sin par Dosflores no anda lejos...
Con estas premisas, Pratchett construye una de las más desternillantes novelas que he tenido ocasión de leer, plagada de sátira política y muy ágil de leer. Especialmente pensada para leer en el metro o en el autobús, y sorprender a los demás viajeros con repentinas, genuinas e irreprimibles carcajadas. Estoy deseando que salga El último héroe (que viendo el ritmo actual de Plaza y Janés, puede llevar fácilmente un año) para volver a disfrutar de las locuras de La Horda.

Y aquí van las citas de rigor, y esta vez son unas cuantas...

Más sobre la patética idiosincrasia de Rincewind:

El problema fundamental, había llegado a creer Rincewind, era que sufría de karma preventivo. Si existía la más remota posibilidad de que pudiera pasarle algo bueno en un futuro cercano, algo malo le sucedería ya mismo. Y luego le seguiría sucediendo durante toda la parte donde tenían que pasarle las cosas buenas, de forma que nunca podía experimentarlas.
(...)
En alguna parte del mundo, razonó, había alguien sentado al otro lado del balancín, una especie de reflejo invertido de Rincewind cuya vida era una sucesión de acontecimientos maravillosos. Confiaba en conocerlo algún día, preferiblemente llevando algún arma en la mano.

Rincewind podía pedir piedad a gritos en diecinueve idiomas, y simplemente gritar en otros cuarenta y cuatro.
Esto es importante. Los viajeros inexpertos pueden pensar que "¡Aaaargh!" es universal, pero en Betrobi quiere decir "intensamente divertido" y en Howondalandia quiere decir, según la situación, "Me gustaría comerme tu pie", "Tu mujer es un hipopótamo enorme" y "Hola, piensa el señor Gato Púrpura". Hay cierta tribu en particular que tiene una reputación temible de crueldad simplemente porque, tal como ellos lo ven, los prisioneros parecen estar gritando: "¡Deprisa! ¡Más aceite hirviendo!".

¿Rincewind el zapatero? ¿Rincewind el mendigo? ¿Rincewind el ladrón? Casi todo lo que no fuera Rincewind el cadáver exigía un adiestramiento o unos talentos que él no tenía.
No había nada más que se le diera bien. La práctica de la magia era su único refugio. Bueno, la verdad era que la magia tampoco se le daba bien, pero por lo menos no se le daba nada bien en absoluto. Siempre tuvo la impresión de que tenía derecho a existir como mago del mismo modo que no se podían hacer matemáticas como era debido sin el número cero, que ni siquiera era un número, pero que si lo quitabas, dejaba allí un montón de números más grandes con caras de putos estúpidos.

Rincewind tuvo que admitir que el hombre que estaba gritando tenía razón. Bien, no cuando decía que el padre de Rincewind era el hígado enfermo de un tipo de oso panda de las montañas y su madre era un cubo de baba de tortuga. Rincewind no había conocido en persona a ninguno de sus progenitores, pero creía que probablemente fueran al menos vagamente humanoides, a grandes rasgos. Pero sobre el tema de parecer estar en posesión de un caballo robado, aquel hombre sí que había calado perfectamente a Rincewind, además de ponerle un pie en el cuello. Un pie en el cuello es el noventa por ciento de la ley.

-¿Sabes eso de que los niños normales pasan por una fase de arrancarles las alas a las moscas?
-Yo no lo hice nunca -dijo Rincewind-. No se puede confiar en las moscas. Puede que parezcan pequeñas pero se pueden poner desagradables.

La contundente filosofía de la vida de Cohen el Bárbaro:
-(...)¿Sabes cuál es el plato que mejor hacen en la costa?
-No.
-Sopa de oreja de cerdo. ¿Qué te dice eso de un sitio, eh?
Rincewind se encogió de hombros.
-¿Que son gente previsora?
-Que algún otro cabrón se trinca el cerdo.

El padre de Cohen lo había llevado a la cima de una montaña cuando era un chavalín, le había explicado el credo de los héroes y le había dicho que no había mayor felicidad que morir en la batalla.
Cohen enseguida captó el punto débil de aquello, y toda una vida de experiencia había reforzado su creencia en que de hecho un placer mayor era matar al otro cabrón que estaba en la batalla y terminar sentado en un montón de oro más alto que tu caballo. Era una observación que le había reportado grandes beneficios.

-Este es Gengis Cohen -dijo el señor Saveloy-. Hacedor de grandes hazañas. Matador de dragones. Asolador de ciudades. Una vez compró una manzana.

-Verás, Profe, la proporción de mil a uno no es mucho peor que la de diez a uno -dijo Cohen-. Las razones son... -Se puso a contar con los dedos-. Uno, el típico soldado que no lucha por su vida sino por una paga no va a poner el cuello cuando están todos esos otros tipos que pueden poner el suyo. Dos, no se nos podrán acercar muchos de ellos a la vez, y van a estar todos dándose empujones y codazos, y... -Se miró los dedos con expresión de cálculo terminal.
-... Tres... -dijo el señor Saveloy, hipnotizado por aquella lógica.
-... Tres, sí... La mitad del tiempo, cuando intenten dar con la espada le darán a uno de sus compañeros y así nos ahorrarán un poco de esfuerzo. ¿Lo ves?
-Pero aunque eso sea cierto solamente funcionaría durante un ratito -protestó el señor Saveloy-. Aunque consiguierais matar a doscientos, os cansaríais y mientras tanto seguirían viniendo más tropas frescas a atacaros.
-Oh, pero ellos también estarían cansados -dijo Cohen alegremente.
-¿Por qué?
-Porque para entonces, si quisieran llegar a nosotros, tendrían que correr colina arriba.
La Horda, en estado puro:
-Esto -dijo Rincewind, después de examinar la pequeña escena-, ¿hay alguno de estos hombres que tenga menos de ochenta años?
-Ponte de pie, Willie el Chaval -dijo Cohen.
Un hombre deshidratado y solamente una pizca menos arrugado que los demás se puso de pie. Lo más llamativo de su persona eran los pies. Llevaba unas botas con las suelas extremadamente gruesas.
-Son para que me toquen el suelo los pies -dijo.
-Y esto... ¿no le tocan el suelo con botas normales?
-No. Es un problema ortopédico. ¿Sabes que hay mucha gente que tiene una pierna más corta que la otra? Pues mira por donde, lo que tengo yo...
-No me lo diga -dijo Rincewind -. A veces tengo unos flashes increíbles... Usted tiene las dos piernas más cortas que la otra, ¿verdad?
-Asombroso. Está claro que eres mago -dijo Willie el Chaval-. Entiendes de estas cosas.

-Yo ya sé comportarme en una puta ciudad -dijo Truckle el Descortés-. Hay que arrasar, violar, saquear y pegarle fuego al maldito sitio antes de irse. Es igual que con los pueblos pero se tarda más.
-Todo eso está muy bien si solamente se está de paso -dijo el señor Saveloy-. Pero ¿y si uno quiere volver al día siguiente?

-(...) ¿Y cuándo has estado tú en Efebia?
-Fui a cazar recompensas una vez.
-¿La recompensa por quién?
-Creo que la tuya.
-¡Ja! ¿Y me encontraste?
-No sé. Echa la cabeza para adelante a ver si se te cae.


-Una vez me comí a un hombre -murmuró Hamish el Loco-. En un asedio.
-¿Te comiste a una persona? -preguntó el señor Saveloy, haciendo una seña al camarero.
-Una pierna nada más.
-¡Qué horror!
-No si le pones mostaza.

-¿Cuál dijiste que era el castigo por entrar en la Ciudad prohibida, Profe?
-Creo que es algo semejante a colgar, jamerdar y cuartear.(...)
-¿Cómo se jamierda a alguien?
-Creo que te sacan las tripas y te las enseñan.
-¿Para qué?
-Pues no lo sé. Supongo que para ver si las reconoces.
-¿Cómo? ¿En plan <>?
-¿Y cómo te cuartean? O sea, ¿te sacan los cuartos?
-Creo que no, a juzgar por el contexto.
(...)
-Bueno, ¿y cómo te cuelgan?
-¿Perdón?
-Jo, jo, jo... Lo siento, lo siento.

-¿Bandera roja? -susurró Cohen.
-Significa que quieren parlamentar -dijo Seis Vientos Benéficos.
-Ya sabes... como nuestra bandera blanca para rendirnos -dijo el señor Saveloy.
-Nunca he oído hablar de ella -dijo Cohen.
-Quiere decir que no puedes matar a nadie hasta que estén listos.
El señor Saveloy trató de acallar los murmullos que sonaban a su espalda:
-¿Por qué no los invitamos a cenar y los masacramos a todos mientras estén borrachos?
-Ya le has oído. Son setecientos mil.
-¡Ah! Entonces tendría que ser algo sencillo con pasta.

-¿Van los maestros a algún sitio especial cuando mueren? -preguntó Cohen.
-Creo que no -dijo el señor Saveloy en tono lúgubre. Durante un momento se preguntó si realmente existía una gran Hora Libre en el cielo. No parecía muy probable. Lo más seguro era que hubiera que corregir exámenes.

-¿Sabes que cuando fui a por aquella Cabra Vampiro de Cinco Cabezas en Skund dijeron que no tenía que hacerlo porque era una especie en peligro de extinción? Les dije que sí, gracias a mí. ¿Y creéis que estaban agradecidos?
El Ejército Rojo: el maoísmo irrumpe en el Disco y Rincewind es el encargado de imponer cordura...
-¿Cómo estáis? -preguntó, en morporkiano vacilante pero reconocible-. Lo sentimos mucho. ¿Estáis mejor ahora? Os hablamos en idioma de ciudad celestial de Anj-Mor-Pork. Idioma de libertad y progreso. ¡Idioma de Un Hombre, Un Voto!
-Sí -dijo Rincewind. Le pasó flotando por la memoria una imagen del patricio de Ankh-Morpork. Un hombre, un voto. Sí-. Lo conozco. Está claro que es él quien vota.


-Sé algunas cosas de la gente que habla de sufrir por el bien de todos. ¡Nunca son ellos los que sufren, joder! ¡Siempre que oigáis a un hombre gritar: <<¡Adelante, valientes camaradas!>>, veréis que es el que está detrás de la puta roca más grande y lleva el único casco que es realmente a prueba de flechas!

-(...)Si hicierais una revolución todo les iría mejor, ¿verdad?
-Claro -dijo Mariposa-. Ya no estarían sometidos a los vaivenes crueles y caprichosos de la Ciudad Prohibida.
-Vaya, eso está bien -dijo Rincewind- Así que vendrían a estar a cargo de sí mismos, ¿verdad?
-Pues claro -dijo Flor de Loto.
-Por medio del Comité del Pueblo -dijo Mariposa.
Rincewind se llevó las manos a la cabeza.
-Os lo juro -dijo-. No sé por qué, pero acabo de tener el vislumbre de una premonición.
Los presentes parecieron impresionados.
-De repente tengo la sensación -continuó- de que no habrá mucha gente de los que sujetan búfalos de agua en el Comité del Pueblo. De hecho... hay una especie de.. voz que me dice que gran parte del Comité del Pueblo, corregidme si me equivoco, está ahora mismo delante de mí.
-Al principio, por supuesto -dijo Mariposa-. Los campesinos ni siquiera saben leer y escribir.
-Sospecho que ni siquiera saben ser granjeros como es debido -dijo Rincewind con tono lúgubre-. Por mucho que lleven tres o cuatro mil años haciéndolo.
-Ciertamente creemos que se pueden llevar a cabo muchas mejoras, sí -dijo Mariposa-. Si actuamos de forma colectiva.
-Apuesto a que estarán contentos de verdad cuando se las enseñéis -dijo Rincewind.
Los agateanos son así:
Alguien lo estaba mirando.
Y era un búfalo de agua.
Sería incorrecto decir que lo miraba con interés. Simplemente lo miraba, porque tenía los ojos abiertos y tenía que estar encarado hacia alguna dirección, y había elegido al azar una que incluía a Rincewind.
Su cara albergaba la expresión completamente serena de una criatura que se había dado cuenta hacía mucho tiempo de que era fundamentalmente un tubo con patas y de que había sido instalada en el universo para, el líneas generales, transformar materia prima.
(...)
-Esto... Perdone si es una pregunta personal -dijo Rincewind-. Pero no puedo evitar preguntarme... ¿por qué se pasa usted el día entero de pie en el campo con el búfalo de agua?
El hombre se lo pensó.
-Es bueno para la tierra -dijo al final.
-¿Pero no se pierde un montón de tiempo? -dijo Rincewind.
El hombre también reflexionó debidamente sobre aquello.
-¿Qué es el tiempo para una vaca? -preguntó.
Las clásicas imágenes del Mundodisco:
Ser golpeado hasta la inconsciencia en bares era bastante corriente. Si sucedía en Ankh-Morpork entonces uno tenía muchos números de despertar tirado en el Ankh y echando de menos todo su dinero. (...) Pero por lo general el que te golpeaba quería mantenerte con vida. El Gremio de Ladrones era muy puntilloso con el tema. Tal como decían: <>.

Los Cuatro Jinetes cuya Cabalgada presagia el fin del mundo son conocidos como Muerte, Guerra, Hambre y Peste. Pero hasta los acontecimientos menos importantes tienen sus propios jinetes. Por ejemplo, los Cuatro Jinetes del Resfriado Común son Moquera, Congestión De Pecho, Napia y Falta De Pañuelos. Los Cuatro Jinetes cuya aparición anuncia cualquier fiesta del calendario son Tormenta, Ventolera, Aguanieve y Carril Habilitado En Sentido Contrario.

Rincewind miró las botas y recordó con recelo el problema que había habido con el prototipo de Botas de Siete Leguas de la universidad. Un calzado que intenta hacerte dar pasos de treinta y tres kilómetros de longitud impone desafortunadas tensiones en la entrepierna. Le quitaron aquellos cacharros al estudiante justo a tiempo, pero aún así durante meses tuvo que llevar un artilugio especial y comer de pie.

La palabra que su mente había estado buscando a tientas salió por fin a la superficie, y era golem.
Existían un par de ellos, incluso en Ankh-Morpork. Era probable encontrarlos en cualquier zona donde hubiera magos o sacerdotes a quienes les gustaran los experimentos. No solían ser más que figuras hechas de arcilla y animadas con alguna clase de hechizo u oración adecuada. Iban de aquí para allá haciendo trabajitos sencillos, pero no se estilaban mucho últimamente. El problema no era ponerlos a trabajar sino hacer que dejaran de trabajar. Si ponías a un golem a cavar en el huerto y te olvidabas de él, al volver te encontrabas con que había plantado una hilera de judías de dos mil kilómetros de largo.
Y un par de perlas de filosofía pratchettiana:
La mayoría de la gente desarrollaba su conciencia social de joven, durante ese breve periodo entre dejar de estudiar y decidir que la injusticia no es necesariamente mala siempre.

-Bueno, mucha gente lo cree por aquí. Creen que la Historia vuelve a empezar cada tres mil años.
-Podría ser -dijo Rincewind, que estaba buscando otra brizna de paja y no escuchaba realmente. Al cabo de un momento asimiló las palabras-. ¿Tres mil años? Un poco corto, ¿no? ¿Todo, todo? ¿Las estrellas y los océanos y la vida inteligente evolucionando a partir de licenciados en bellas artes, todo ese rollo?

4 comentarios:

Pipilota dijo...

Genialgenial he echado de menos que hablases del baúl… pero claro es que si te pones a sacar cositas de este libro terminas por hacer un post de dos mil kilómetros de largo cual golem olvidado en una zanja

Tenía yo una pillada que hablaba de los hombres a caballo, a ver si la encuentro y te la plantifico por acá ;P

A mí una que también me gustó un montón fue Dioses menores, creo que sería muy buena idea que nos hiciera un bis con por ejemplo ella pofavoooandaaaa








aggghh juro que ponía hffqlfwo
Insisto. Odio la verificación de palabra

ÓsQar dijo...

Buf, no sé si entra en mis planes releerme Dioses Menores a corto plazo... no te prometo nada.

Y sí, ya sé que la verificación de palabra es odiosa, pero más odioso es el puto spam que se me colaba antes de que la activara. Se siente.

david dijo...

Tiempos Interesantes es el libro que desbancó a ¡Guardias! ¿Guardias? como mi favorito de la serie. Cohen está inmenso en él... ¿y me equivoco si creo recordar que es el primer libro en el que dicen su nombre de pila, Genghis, de Genghis Cohen? :D

Recuerdo, como si acabase de leerlo (que no es el caso) esa escena en la que se enfrenta La Horda con la élite de la élite de los samurais del emperador, y uno de ellos saca su pañuelo de seda, lo tira al aire y ris ras ris, lo parte en no sé cuántos pedazos con su katana antes de que toque el suelo, y entonces Cohen saca su pañuelo mugriento, se suena, lo tira al aire... y antes de que hubiese llegado a lo más alto de su trayectoria ya había decapitado a tres samurais que miraban embobados hacia arriba, ja ja :D

Es genial.

Manu Viciano dijo...

Estoy revisando The Last Hero, se me han traspapelado los nombres de la Horda de Plata y no tengo aquí Tiempos interesantes. No sabes lo de puta madre que me ha venido esta entrada :) ¡Gracias!