22 julio 2007

Я в Санкт-Петербурге!

En efecto: los chicos del programa IST han tenido a bien volver a subvencionarme otro viajecito por Europa, y esta vez ha tocado explorar los limites geopolíticos de esta palabra.
San Petersburgo, la ciudad construida por el zar Pedro I el Grande para ser capital del Imperio Ruso, y elegida por los revolucionarios comunistas para dejar de serlo, es ahora uno de los principales destinos turísticos del Báltico, por lo que no es difícil encontrarse por aquí japoneses ni, cómo no, españoles.
Mi primera impresión, tras llegar a horas intempestivas gracias a Iberia, montar en un taxi de palo (no parecía haber taxis auténticos en el aeropuerto), encontrarme con que la calle del hotel está devastada por unas obras, que el hotel por fuera más bien parece la pensión Lola, y que no sé qué lío se habían hecho con mi reserva, fue de: ¡Aquí No Vuelvo!
Afortunadamente, una ducha y un vigorizante paseo le hacen a uno ser más optimista, aunque después de cinco horas caminando bajo un solete a ratos molesto (todavía me habré puesto moreno a 60º de latitud) he necesitado una pequeña siesta para afrontar la búsqueda de un restaurante decente para cenar.

Si queréis la opinión de un turista ocasional como yo, San Petersburgo es todo fachada: edificios de espectacular arquitectura por todas partes, limpios y deslumbrantes en las áreas turísticas, y desangelados y decadentes en cuanto te alejas una calle o dos de los monumentos.
Empecé mi paseo cruzándome al otro lado del Neva y visitando la Fortaleza de Pedro y Pablo. La verdad es que esperaba algo a la altura de su relevancia histórica. No sé, algo parecido al Castillo de Akershus, por poner un ejemplo cercano. Pero no, la Fortaleza Picapiedra (si me permitís la frivolidad) es poco más que unos barracones de colores dentro de un recinto amurallado y una catedral (aunque yo la dejaría en iglesia, a secas) en el medio. No me extraña que se rindiera en seguida al oír los cañonazos del crucero Aurora, aunque visto también este último (lo tienen amarrado en mitad del río para regocijo de turistas nostálgicos), no me queda sino suponer que las cosas se veían de otra manera en 1917.El resto de mi visita ha discurrido ya por mi orilla del Neva, básicamente viendo el Hermitage por fuera (habrá quien me llame hereje por esto, pero soy más de ver ciudades que museos), tratando de absorber el caos turístico-consumista de la Avenida Nevskiy, y admirando, también por fuera (que estos rusos han aprendido muy rápido a sacarle los rublos a todo el que enarbola una cámara de fotos) otras maravillas arquitectónicas como la catedral de San Isaac o la deslumbrante iglesia de la Resurrección. Todo esto, que parece poco, son varios kilómetros por calles enormes, cruzando brazos del delta del Neva, y esquivando un tráfico bastante más demencial que el de Madrid, aunque definitivamente por detrás de la salvaje Atenas.
Había pensado subir unas cuantas fotos y hacer una galería en Flickr, pero visto que mis aptitudes para la fotografía son ciertamente escasas, quien tenga interés seguro que sabe dónde buscar buenas fotos de esta ciudad (Google Earth, por ejemplo).

Y una última frikez: el ayuntamiento de San Petersburgo parece estar llevando a cabo una cruzada contra la acumulación de vejigas repletas en las cercanías de los puntos de interés turístico, por lo que han dispuesto urinarios públicos portátiles por todas partes. Claro, que como éste no había visto yo todavía ninguno:
¿Cómo se llamará el invento? ¿Tronobús? ¿AutoRoca?
También podían, de paso, hacer algo para evitar la proliferación de botellas vacías por el suelo, que parece el deporte nacional de Rusia (como en España el tirar colillas, vaya).

Me despido: mañana y pasado toca trabajar así que no creo que me dedique mucho más al turisteo. Mis desentrenadas piernas me lo agradecerán, no obstante.
До свидания!



1 comentarios:

Pipilota dijo...

Qué manía con que en España tiramos las colillas al suelo... no sé de donde te sacas eso :º

Se podría llamar "Servicio Urente"

Y bueno, me has dado envidia porque soy una jodida envidiosa, pero no por lo que cuentas de lo maravillosamente bien que te lo estás o estabas pasando. ;)